04 El discurso de odio no es libertad de expresión

El discurso de odio no es libertad de expresión

Por Alma Cuadros

¿Por qué seguimos permitiendo que el odio se disfrace de opinión? ¿Cuántas veces al día dejamos pasar frases que, si las analizamos, están cargadas de violencia? Cada 19 de junio se conmemora el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio.

Y, aunque podría parecer otra efeméride del calendario de Naciones Unidas, su urgencia está lejos de ser simbólica. Porque el discurso de odio no es un fenómeno excepcional: nos violenta todos los días, dentro y fuera de nuestros entornos, en escuelas y en espacios laborales; lo escuchamos en el transporte público, lo leemos en las redes sociales, lo replican en los noticieros, en la comedia de moda o en los mensajes de influencers. Está ahí, camuflado, bajo lo que muchos siguen llamando “libertad de expresión”.

El discurso de odio no siempre grita, a veces susurra, otras veces se ríe, lo escuchamos bajito, como quien no quiere la cosa, entre dientes o “en confianza”. Otras, se maquilla de ironía, de “broma pesada”, de “así habla la gente”, de un “estoy en mi derecho”. Pero siempre señala, excluye y lastima, lastima mucho. Frases como: “se nota que no es una mujer de verdad”, “no tengo problema con los gays, pero que no anden exhibiéndose”, “los migrantes vienen a quitarnos todo”, o “tienes bonita cara, pero deberías de bajar de peso” son expresiones que hemos normalizado, pero que siguen alimentando una cultura donde el odio y el desdén se vuelven aceptables.

Contrarrestar el discurso de odio no significa censurar ideas, significa marcar un límite ético entre lo que es un punto de vista y lo que es violencia verbal, simbólica, psicológica y social. Significa dejar de validar el racismo “de broma” o la transfobia “por ignorancia”. Significa, también, cuestionar esos discursos que señalan, estigmatizan o criminalizan a poblaciones enteras incluso desde quienes ejercen el poder.

En México, el discurso de odio ha dejado demasiadas huellas, solo por mencionar algunos ejemplos, asesinatos de mujeres trans solo por existir, discursos que ridiculizan la identidad de las personas no binarias, declaraciones que tachan de “ideología” a las luchas por la diversidad, violencia digital a activistas y criminalización de mujeres por ejercer sus derechos. También, muertes por suicidio, afectaciones psicológicas por criticar la forma de vestir, el peso corporal, el constante bullying en las escuelas, por juicios respecto a la situación socioeconómica, por discriminación racial, en una lista que se puede volver infinita. Todo esto comienza con palabras, con discursos que dejan de ver personas y empiezan a construir enemigos.

¿Hay esperanza? Quisiera tener fe en la humanidad, al ver activistas que usan el arte, el lenguaje y la educación para construir puentes. Hay campañas que enseñan por qué lo que decimos importa. Hay personas comunes que deciden no compartir ese meme violento, no reírse del chiste discriminador, o que se animan a decir en voz alta: “eso no está bien”. Existen medios de comunicación, escritores, poetas, tiktokers que se preocupan por arropar, proteger y dar visibilidad a la diferencia, las diferencias inherentes a todas las personas.

Este dieciocho de junio no es solo un recordatorio institucional, se trata de una invitación personal, de una urgencia colectiva y sobre todo de una oportunidad para detenernos y pensar: ¿qué estoy permitiendo con mi silencio?, ¿qué estoy validando con mis palabras? Antes de emitir un comentario, recuerda, analiza, reflexiona, ten presente siempre, que no todo vale. La libertad de expresión se termina cuando humillas, discriminas, sobajas o violentas a otras personas.

Directora de Comunicación en Nosotrxs

Publicación original: https://oem.com.mx/elsoldemexico/analisis/el-discurso-de-odio-no-es-libertad-de-expresion-24283248 

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