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De las palabras a los hechos

‘No sólo manda quien decide lo que habrá de hacerse, sino quien consigue establecer los temas y modular la atención que cada uno habrá de merecer’.

Publicado en El Universal

Por Mauricio Merino

Ningún gobierno democrático tiene el control completo de la agenda pública. Todos lidian en ella con angustia: se preocupan por fijar la lista de los temas que compiten por la atención, el tiempo y la construcción de sentimientos y opiniones compartidas y que, a la postre, determinan los cursos de acción que seguirá el Estado. A todos les interesa dominar la escena y todos desean que no haya más asuntos en lisa que los propios.

La capacidad de poner la agenda es una medida del poder que cada uno ejerce. No sólo manda quien decide lo que habrá de hacerse, sino quien consigue establecer los temas y modular la atención que cada uno habrá de merecer. Cuando los gobiernos logran controlar el pulso ganan también capacidad de acción, pues nada los distrae de sus propios objetivos y consiguen, además, imprimir a sus tareas una sensación más o menos extendida de eficacia, pues lo que van haciendo coincide con lo que van diciendo o, mejor aún: con lo que preocupa a todos. Por eso, una buena parte de la batalla se libra en ese campo, donde la política se hace realidad de carne y hueso.

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