El populista de ultra derecha, Jair Bolsonaro, ganó la segunda y última votación con más de 55 por ciento de los votos el 28 de octubre, y se convertirá en presidente de Brasil el próximo año. La elección ha sido señalada como la más importante y dramática desde que se reintrodujo la democracia en Brasil; muchos temen pueda ser un retroceso democrático y de derechos humanos dadas las polémicas declaraciones con respecto a mujeres, negros y otros grupos marginados de la sociedad brasileña.
Se considera que la elección presidencial fue de protesta; los seguidores de Bolsonaro han expresado su deseo de deshacerse de los partidos y políticos en el poder. Durante la campaña, el combate a la corrupción ha sido una de las agendas más importantes. Igual que con AMLO, la corrupción, será uno de sus principales desafíos cuando asuma el cargo, sin embargo, será difícil que Bolsonaro sea capaz de limpiar el escándalo de “Lava Jato”.
Otra razón para la popularidad de Bolsonaro son sus promesas de seguridad. Esta será una enorme tarea dada la situación actual. Brasil batió su propio récord de muertes en 2017 con 63 880 muertes, un aumento de 3 por ciento en comparación al 2016. Para resolver el problema, Bolsonaro ha prometido poner más policías con más poder para reducir el crimen, particularmente en las favelas. La seguridad preocupa a sus seguidores, pero con esto vienen en conjunto los valores más extremos y conservadores que miran con desprecio a los más débiles de la sociedad.
Además, están creciendo las tasas de otros delitos. La violación ha tenido un crecimiento del 8 por ciento el último año y hubo más que 60 000 violaciones en 2017. Brasil tiene un problema de crímenes de odio, pero dada las opiniones de Bolsonaro, no se espera que éstos se atiendan cuando llegue al poder. Además, existe una crisis económica y política. Muchos brasileños han perdido sus empleos, el poder adquisitivo ha disminuido y la política es un caos. Se tendrá que enfrentar la situación actual de pensiones, la reforma fiscal y la reforma política, asuntos que los gobiernos anteriores han evitado para no comprometer su popularidad. Estas reformas son vitales para administrar la economía ahora que Brasil no puede contar con los ingresos petroleros que disminuyeron desde 2008.
Un punto adicional es la cercanía con la agenda evangélica. Dicha influencia se ha visto en la nominación de ministros, acercamientos con Israel y alusiones bíblicas en días posteriores a la elección. Esta cercanía está lejos de ser anecdótica, la bancada evangélica lucha por la implementación de políticas destinadas al fortalecimiento de la familia tradicional, lo que implica retrocesos en la libertad reproductiva de las mujeres y el acceso a derechos civiles de comunidades LGBTI.
Otro desafío será establecer acuerdos con otros partidos. Bolsonaro necesita una alianza amplia y probablemente tendrá que moderar sus agendas. También tiene que mostrar logros en las políticas de seguridad, una de sus causas principales. Si no cumple con las expectativas, existe una posibilidad de aún mayor insatisfacción entre los brasileños que podría resultar en más violencia y disturbios. Por todas las razones anteriores será interesante analizar cómo procede el gobierno de Bolsonaro y que significará para la región el giro a la derecha en una de las naciones mas importantes de Latinoamérica.
*Este texto es parte de una serie de editoriales de Nosotrxs que delinean los cambios ideológicos que América Latina ha experimentado en los últimos años.
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