En la calle de Mandarina en la delegación Azcapotzalco, vive Arcadio, damnificado del sismo del 19 de septiembre de 2017, junto con su esposa y sus dos hijas, de 6 y 10 años aproximadamente. La vivienda es de un solo piso con cuatro cuartos; uno de ellos se cayó por completo en el temblor, se quedó sin techo; el de un lado tiene grietas -con goteras- en el techo, mucha humedad, en ése siguen durmiendo dos personas y es un espacio de uso cotidiano. Otro cuarto lo recubrieron con lámina.
Desde octubre Arcadio padece obstrucción intestinal. A pesar de estar grave, puede moverse y ha salido a intentar arreglar los procesos que le han requerido diferentes autoridades. Dos de las primeras autoridades que lo atendieron las semanas posteriores al temblor, Eduardo López y Daniel Rodríguez, le pidieron no mover nada, que dejaran así los techos y los escombros, de lo contrario “no podrían ayudarlos”. Ha pasado casi un año y su situación empeora día con día. Los escombros siguen en el mismo lugar. Su familia solo vive protegida por esas paredes a punto de caer, sin un lugar alterno adonde ir.
El problema se agrava porque para recibir la ayuda de las autoridades les han pedido acreditar la propiedad del inmueble, lo cual no ha logrado porque su tío dejó intestado el inmueble en el que vivían. Le solicitan las escrituras, el folio real de inscripción en el registro público de la propiedad, la sentencia del juicio de sucesión no testamentaria, el acta de defunción del tío, el acta de matrimonio de los padres, el acta de nacimiento y de matrimonio de Arcadio y el acta de nacimiento de todos sus hermanos.
Los hermanos de Arcadio viven fuera; de sus padres no ahondé en la historia y del resto de información ya la presentó ante diferentes autoridades. La delegación Azcapotzalco lo mandó al Zócalo, ahí donde está la oficina de la Comisión para la Reconstrucción. Contra toda recomendación por su condición médica fue, entregó los papeles a un “licenciado”, Martín García, que le dijo que se pondría en contacto. Nunca sucedió. Regresó semanas después y el “licenciado” estaba de vacaciones. Regresó semanas después y nadie sabía más de los documentos que había dejado ni del seguimiento a su caso. Regresó a casa resignado.
Los hechos ante el caso de Arcadio son claros y desgarradores. Vivía ahí antes del temblor; el sismo tiró una cuarta parte de su casa y dañó gravemente dos terceras partes adicionales. Su familia completa duerme y realiza sus actividades cotidianas bajo esos techos agrietados; la calidad de la vivienda es inhabitable; los niveles de humedad llegan a ser tóxicos. Arcadio está muy enfermo, literalmente, con el intestino de fuera; su esposa ayuda con los gastos en el hogar, ya que él no está en condiciones de trabajar. No tiene otro lugar adónde ir, y aunque tuviera, no pueden recibirlo en la condición médica en la que se encuentra, acompañado de su esposa y dos hijas. Lo que quiere es una respuesta que le ayude a resolver la grave situación que está viviendo.
Él no pide que resuelvan su situación legal ni de propiedad del inmueble, ése será otro viacrucis que deba vivir en otro momento. Hoy sólo quiere apoyo para la rehabilitación de su hogar y para asegurar mejores condiciones de vida para él y su familia. Un año con con el ojo entreabierto cada noche para que no se le venga la casa encima; con las manos en el abdomen para contener el dolor de la obstrucción intestinal que no mejora; con las manos abrazando a su familia para aminorar el paso de los días y los riesgos de quedar al desamparo de las autoridades y sin un techo digno. Teme un siguiente sismo.
La autoridad debe responder a esta situación en un contexto de emergencia con criterios universales para demoler y reconstruir, sin importar la situación legal de los inmuebles y con prioridad plena en garantizar la integridad física y la vida de quienes hoy habitan inmuebles con alto riesgo de colapso.
A un año, las heridas del sismo siguen abiertas. No sanan y duelen tanto como las heridas abiertas de Arcadio. No exigimos sólo transparencia en el ejercicio de recursos, exigimos humanidad a nuestras autoridades y priorización para casos graves como éste. José Ramón Amieva, aún estás a tiempo.
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