Publicado en El Universal
Por Mauricio Merino
La opinión en contra del elevadísimo costo que pagamos por el financiamiento a los partidos es casi unánime. Quienes intenten defender esas erogaciones, cualquiera que sea su argumento, corren el riesgo de ser molidos a palos por el respetable. Y no faltan razones: no sólo es excesivo el monto que reciben, sino que además es muy caro vigilarlos, gestionar sus pugnas y enfrentar las trampas que cometen elección tras elección.
Y si todo esto fuera poco, habría que añadir el desprestigio público que cargan por los magros resultados que ofrecieron mientras acrecentaban sus espacios de poder. Ya se ha dicho en otras ocasiones: los partidos políticos que emergieron de la transición del siglo XX se convirtieron en los juniors de la democracia. ¿Y quién querría seguir pagándole a esos juniors sus caprichos, sus travesuras y sus nanas?
Leave A Comment