La legitimidad que acompaña a Andrés Manuel tras su aplastante triunfo le ha permitido emprender diversas acciones que implican modificar de manera radical ciertos componentes del arreglo político- institucional-económico que le fue funcional a ciertos sectores privilegiados durante más de 30 años. Ese arreglo, según el presidente, es el neoliberal y es la causa central de los grandes problemas que padece el país.
El neoliberalismo no es solamente una doctrina económica -como muchas personas piensan- sino también es, como sostiene Fernando Escalante, un programa cultural, un proyecto político y una ideología. Tiene tres nociones básicas: a) el Estado no debe reducirse a su mínima expresión, sino reconfigurarse para servir al mercado, para defenderlo: incluso para crearlo ahí donde la mercantilización no puede imponerse por sí sola; b) el mercado es el mecanismo más eficiente para gestionar la vida económica y social y, además, en términos morales, es la manera más apropiada para promover la libertad individual, es decir, el mercado es la libertad; c) las instituciones y prácticas privadas son siempre mejores que las públicas, pues éstas son ineficientes y poco óptimas para mantener el equilibrio del mercado que, dicho sea de paso, se concibe como un hecho natural.
A partir de estas premisas, los gobiernos neoliberales impulsaron un programa de reformas a escala global que dejó atrás el consenso del Estado de Bienestar y transformó radicalmente a las sociedades contemporáneas. Este cambio no es menor, pues colocó lo individual por encima de lo colectivo, la competencia por encima de la solidaridad, el mercado por encima del Estado, la libertad individual por encima de la igualdad social; estas nociones fundamentales conforman una hegemonía y, como tal, nos ha determinado a todos.
Así, el desdén hacia la Política (con mayúscula) se ha traducido en un abandono de lo público, lo cual ha ocasionado, en efecto, un deterioro en el funcionamiento del aparato estatal, con todo lo que ello implica para los grandes sectores poblacionales que dependen del Estado en diferentes aspectos de su vida. Dadas estas condiciones, el nuevo gobierno de izquierda deberá fortalecer las instituciones de protección social ya existentes y también crear algunas nuevas para, con ello, borrar parte de la herencia neoliberal. El proyecto de AMLO, en este sentido, es posneoliberal, pues mantendrá algunos rasgos del régimen previo. El presidente es un populista democrático y construyó su poder al margen de ciertas redes informales cuya influencia era determinante y, al parecer, también busca ejercerlo de esa manera. Así pues, ha emprendido una cruzada contra los aparatos a través de los cuales operaba el viejo régimen, y lo hace con el fin de desmontar ciertas estructuras de poder y, posteriormente, comenzar a levantar un nuevo arreglo/orden político que responda a los intereses de las mayorías.
Para dicho propósito, es fundamental transformar el conjunto de arreglos informales vigentes, pero también se deben institucionalizar las nuevas formas de hacer Política. Es decir, es necesaria e importante la voluntad del presidente, sin embargo, no es suficiente para construir un nuevo régimen democrático basado en la igualdad, solidaridad, honestidad y justicia.
Por tanto, Nosotrxs, desde una visión de izquierda progresista que amplíe el ejercicio de derechos de las personas, convoca al presidente de la República a fortalecer las instituciones democráticas y a construir nuevas de la mano con la sociedad, con el fin de contener expresiones que minen la voz y derechos de las minorías como los gobiernos de Macri, Bolosonaro o Duque.
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