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Nuestra democracia

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal 

Hace más de veinticinco años escribí:

“La vida independiente del país se ha desenvuelto sobre tres grandes tendencias que cobraron forma desde principios del siglo XIX, que acompañaron la instauración del liberalismo como ideología nacional y que han cruzado la historia de México hasta nuestros días: i) la tendencia a la definición de grandes proyectos políticos y económicos, concebidos por una élite, sobre una realidad social compleja y difusa; ii) la tendencia de los grupos políticos a concentrar el poder en una sola persona —la del presidente de la República, en la mayor parte de la historia mexicana— como núcleo de la capacidad de dominación del Estado, iii) la tendencia del propio Estado a ejercer su dominación más allá de los límites que establece la ley, lo que ha supuesto que las formas jurídicas pocas veces hayan coincidido con las prácticas políticas reales” (La democracia pendiente. Ensayos sobre la deuda política de México. FCE, 1993).

Cinco lustros más tarde, observo que nada ni nadie ha logrado romper esas tendencias. Aunque la palabra democracia se haya pronunciado siempre, su contenido sustantivo se ha subordinado a los imperativos del conflicto entre contrarios y a la disputa del poder entre un grupo de personas que, mientras lo han tenido, no han logrado establecer un grupo de reglas permanentes para afrontar los problemas principales del país mas allá de nombres propios y de coyunturas específicas. Hemos caminado de espaldas al futuro, mirando hacia los agravios del pasado.

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