Publicado en El Universal
Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs
Tras la aprobación unánime de la Guardia Nacional, todos los grupos parlamentarios se entregaron a la alegría e incluso se disputaron la autoría de la obra legislativa. “Sí se pudo”, pusieron en cartelitos los legisladores de la oposición durante su conferencia de prensa; “¡La logramos!”, festejaron los de Morena, al pie de la tribuna de la cámara alta.
Tanta alegría aturde, porque la Guardia Nacional es, en el mejor de los casos, el resultado de un enorme fracaso. Es una de las expresiones más tristes de la decadencia del régimen democrático frente a los criminales. Es una prueba inequívoca de la incivilidad en la que vivimos. Es el reconocimiento explícito de que los cuerpos de policía que se diseñaron durante los gobiernos pasados fueron incapaces de cumplir su misión. Es la confesión de que se corrompieron e hicieron aún más grave el problema que debían atender. Es la renuncia explícita a abandonar el camino de la militarización que inició el gobierno de Calderón. Es la rendición vagamente condicionada de gobernadores y presidentes municipales ante un desafío que los rebasa completamente. Es la formalización de la entrega de esa misión a los militares.
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