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Un día después y el México que viene

Mis últimas semanas las he dedicado a pensar y repensar lo que hoy escribo. Recurro a la excusa narrativa de una carta, sobada y vuelta a sobar, porque me permite una cercanía emocional que me parece necesaria, que me dará licencias en donde las necesito.

Por José Merino

Publicado originalmente en Nexos

Andrés Manuel,

Mis últimas semanas las he dedicado a pensar y repensar lo que hoy escribo. Recurro a la excusa narrativa de una carta, sobada y vuelta a sobar, porque me permite una cercanía emocional que me parece necesaria, que me dará licencias en donde las necesito. Quiero contarte por qué ayer salí como millones a celebrar tu triunfo y por qué hoy encuentro urgente decirte cuál considero que debe ser el legado de tu presidencia. Como millones, ayer dejé en alguna plaza pública las ropas del eufórico simpatizante en campaña para amanecer hoy con las ropas de un ciudadano más cauto: expectante y vigilante de tu gobierno. Créeme, es un tránsito saludable.

Me pregunto a qué atribuyes tu triunfo, cómo entiendes tú este momento, y deseo que tu respuesta se refiera a más las circunstancias del país que a ti. No es que no importes, es que importas en virtud de lo que representas en un momento específico de México. Si lo ves así, se abren caminos para transformar y se cierran caminos para la soberbia. Conjugar en la primera persona del plural. Construir por fin los espacios democráticos en los que ciudadanos encuentren mecanismos de control y castigo; en los que puedan acompañar o abandonar. Dicho de otro modo, importas porque te toca ensamblar la democracia mexicana sostenible en el futuro.

Ilustración: Kathia Recio

Ganaste porque esta ha sido una democracia de despojos, una democracia en la que los ciudadanos no tienen mecanismos de control político o judicial para afectar su propia vida vía lo público. Cuesta entenderlo, ¿Por qué un régimen que permite la alternancia en el poder, que define quiénes ocupan el gobierno vía elecciones, no ha derivado en un sistema representativo, garante de derechos, y que rompa complicidades entre élites políticas y económicas? Creo que parte de la respuesta descansa en nuestra estabilidad, en el trayecto entre una autocracia institucionalizada, una transición pacífica y una reducción de la democracia a la construcción de autoridades electorales y procesos competidos; así garantizamos la sobrevivencia de mecanismos de gobernabilidad autocráticos. Hay una discontinuidad entre las elecciones y el ejercicio de gobierno, y ese hueco ha sido llenado por varias capas de complicidad entre élites. Ahí entran los acuerdos cupulares entre partidos, los procesos de decisión consensuales, la debilidad del sistema de pesos y contra pesos, las carencias en competencia económica, la ausencia de un sistema de medios independiente e informativo, y la impenetrable costra que han formado grandes empresarios y políticos que, sin importar las elecciones, nunca pierden.

Adivinas a dónde voy: los ciudadanos han sido los invitados de piedra de esa democracia. Nos convirtieron en cómplices de nuestro propio despojo. Ahí fuimos cada elección, movilizados por operadores políticos, acarreados en camiones, uniformados con una playerita y una gorra que durarán al menos más allá de la elección, estirando la mano para recibir ilegalmente una fracción del dinero que los gobiernos debieron gastar en nuestro bienestar, enterados de que entre ese voto y nuestro bienestar no hay vínculo alguno, y al mismo tiempo, temerosos de frenar ese ciclo.

Pasó que el último sexenio llevó el despojo demasiado lejos. Pasó que acumulamos 250 mil víctimas de homicidio y más de 37 mil desaparecidos. Pasó que no crecimos, pero sí se incrementaron deuda e inflación. Pasó que los únicos empleos disponibles anulan tus derechos laborales. Pasó que el salario promedio real es una tercera parte de lo que era en 1975 y el salario mínimo no alcanza para cubrir el consumo calórico mínimo. Pasó que acumulamos semana tras semana escándalos de corrupción que involucraron a 14 gobernadores, al gabinete federal y al propio presidente, de la Casa Blanca a Odebrecht, pasando por Duarte y la Estafa Maestra. Pasó que con contadísimas excepciones, esos escándalos quedaron en la total impunidad. Pasó que nos enteramos de todo esto gracias a medios independientes o actores de la sociedad civil dedicados a hacer el periodismo al que los medios tradicionales han renunciado. Pasó que atestiguamos el deterioro de autoridades de monitoreo y alerta, la Fepade, el INAI, el TEPJF o la ASF. Pasó que no hubo dedo que alcanzara para tapar las violaciones sistemáticas de derechos humanos, el uso excesivo de la fuerza pública y los crímenes de lesa humanidad. Pasó que todos vimos cómo cuerpos policíacos se llevaron a 43 estudiantes de quienes no volvimos a saber. Pasó que las autoridades no han logrado esclarecer el caso, llenaron de irregularidades la investigación, torturaron detenidos y se negaron a aceptar las conclusiones de un grupo internacional de investigadores. Pasó que la clase política partícipe del Pacto por México se comportó como si aquí no pasara nada. Pasó que Meade era demasiado PRI y Anaya poca oposición. Pasó que Anaya logró, como nadie antes, dividir a las élites y Meade se negó a reconciliarlas. Pasó que tu discurso de 18 años resonó apenas. Pasó que siendo tú casi el mismo, nosotros ya habíamos cambiado. Pasó que por eso nos encontramos. Pasó pues, que ganaste.

Pasa ahora que te toca romper con todo lo anterior. Pasa ahora que nos toca vigilar y exigir que lo hagas. No comparto las críticas que suelen hacerte, creo que usan “populismo” como una excusa para defender el statu quo, mantener privilegios y asustar a los desposeídos para mantenerlos justo donde están. Tampoco coincido en que seas un político de “talante autoritario”, no encuentro en tu ejercicio de gobierno nada que respalde esa conclusión. Mis inquietudes respecto a ti y tu gobierno son otras: centras con demasiada frecuencia las soluciones en ti. Me parece problemático no porque tema una regresión democrática, sino porque puede entorpecer su progresión: tu gobierno debe reconfigurar las instituciones de nuestra democracia. Te lo digo con toda honestidad, aunque comparto tu diagnóstico y tus señalamientos, no he logrado ver en ti con total claridad una vocación de construcción institucional, de armar futuros posibles y sostenibles, de abrir espacios legales para redistribuir el poder público de unos cuantos a todos, vamos, de dotar a los ciudadanos de mecanismos de incidencia y control. Si tu gobierno no deja ciudadanos autónomos y emancipados, no será un gobierno de cambio.

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