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Aún hay tiempo o de la legítima impaciencia

Trabajadoras del hogar y organizaciones de la sociedad civil llamamos de nueva cuenta al Congreso a ratificar el Convenio 189 de la OIT. No podemos alargar la espera cuando se trata del reconocimiento de los derechos de un grupo de trabajadoras que históricamente se les ha negado un trato igualitario en materia de derechos laborales.

En abril de 1963, Martin Luther King escribía uno de sus más poderosos mensajes desde una cárcel de Birmingham. Se trataba de una carta que respondía a otra carta pública[1] escrita por 8 clérigos, en la que éstos hacían un llamado a la comunidad a tener paciencia para resolver los asuntos raciales, entre ellos el reconocimiento de los derechos de la población negra. Estos 8 hombres blancos reconocían la impaciencia de aquellos cuyas esperanzas tardaban en materializarse, pero estaban convencidos de que las movilizaciones llevadas a cabo en las calles eran desatinadas e inoportunas. Martin Luther King, en su brillante réplica, escribe que la comunidad negra llevaba más de 340 años esperando disfrutar de sus derechos constitucionales y que resultaba fácil para aquellos que nunca habían sido segregados ni habían sufrido por la privación de sus derechos, pedir paciencia. Por ello reivindicaba su legítima e inevitable impaciencia.

Desde otro rincón del planeta y medio siglo después, hoy las trabajadoras del hogar y diversas organizaciones de la sociedad civil hemos hecho un llamado al Estado mexicano para que ratifique, antes de que concluya el sexenio, el Convenio 189 de la OIT, el cual establece los derechos de este sector y junto con ellos, medidas para garantizarlos. Reivindicamos nuestra legítima impaciencia porque estamos convencidas de que no podemos alargar la espera cuando se trata del reconocimiento de los derechos de un grupo de trabajadoras que históricamente ha sido maltratado por la sociedad y sus instituciones que, con el aval de nuestras propias leyes, les niegan un trato igualitario en materia de derechos laborales.

La ruta de la espera nos desvía de la justicia. Hoy 97 por ciento de las trabajadoras del hogar no tienen acceso al sistema de salud público, casi el 80 por ciento de ellas son madres y no tienen acceso a las guarderías, y el 63 por ciento no reciben los bienes y servicios suficientes para cubrir sus necesidades básicas.[2]

Generaciones de trabajadoras del hogar llevan esperando recibir un trato digno y un trabajo decente. Puede resultar fácil para muchos funcionarios –muy probablemente en su mayoría empleadores–  el continuar posponiendo la ratificación, el dejarla para otro sexenio para que se encargue de ella otra administración. Evidentemente no son ellos quienes cargan con los costos de la espera, son las trabajadoras del hogar y sus familias las que diariamente padecen sus efectos.

Las excusas para no ratificar y reconocer la igualdad en materia laboral a este sector son siempre insuficientes. El argumento económico –hasta ahora el más utilizado para frenar la ratificación– pierde fuerza frente al argumento que establece nuestra propia Constitución en el artículo 123: “Toda persona tiene derecho al trabajo digno”. Al mismo tiempo y para rebatir dicho argumento, el Convenio establece una implementación progresiva dando la posibilidad al Estado de distribuir, a lo largo de varios años,  los costos que tendría por ejemplo el acceso al régimen obligatorio del seguro social.

Hemos insistido en que uno de los argumentos para sí ratificar es que el camino que involucra el Convenio 189 contempla el diseño detallado y puesta en marcha de acciones que compongan una política pública integral de atención a este sector. Es decir, garantiza que las reformas a las leyes no serán letra muerta.

En todo caso hay evidencia suficiente para mostrar que, en términos económicos y de infraestructura institucional, es viable la implementación de dicho Convenio.  Si es así, la gran incógnita es ¿por qué no hemos avanzado? Y aquí es importante reconocer la profunda discriminación que se oculta detrás del argumento económico y que está enraizada desde los tiempos de la Colonia. Una discriminación producto de las clasificaciones culturales que otorgan un valor diferenciado a las personas dependiendo de su origen étnico, de su género, clase social. A las trabajadoras del hogar se las castiga simbólicamente y por tanto, socialmente, por no haber nacido con muchos de los atributos y condiciones que en nuestra sociedad son premiados. Continúa operando, aunque de forma disfrazada, un sistema de castas en México. Y es de este sistema del que emanan una batería de excusas para no reconocer y hacer efectiva la igualdad de condiciones de trato y laborales para las trabajadoras del hogar, de la misma manera que dicha igualdad no era reconocida para los afroamericanos durante siglos.

El tiempo tiene dos caras, puede servir para impulsar cambios o para sostener un estado de estancamiento. Es por ello que como decía Martin Luther King: debemos utilizar el tiempo creativamente, sabiendo que siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto. Por eso es que hoy una pluralidad de voces le decimos al Gobierno Federal que Aún Hay Tiempo para que haga lo correcto y envíe el Convenio 189 al Senado para su ratificación. Sin duda, de hacerlo, sería una conquista histórica y una forma de quebrar con esta paralizante espera que ha sumido en la marginación a más de 2.4 millones de trabajadoras en  nuestro país.

 

* Andrea Santiago Páramo es Coordinadora de la causa de trabajadoras del hogar de Nosotrxs, organización aliada del @ISBeauvoir.

[1] La carta de los 8 clérigos se titula “A Call for Unity”. La carta que escribió M. Luther King como respuesta a ésta se conoce como “Letter from a Birmingham Jail”.

[2] Cebollada, Marta, Las personas trabajadoras del hogar remuneradas en México: perfil sociodemográfico y laboral, CONAPRED, México, 2016, p.16

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