5abr. ¡A la carga, valedores!

¡A la carga, valedores! por Mauricio Merino

El guion y el escenario de la contienda electoral ya estaban diseñados y ahora llegan los actores secundarios: iniciaron las campañas que desembocarán el 6 de junio, confirmarán lo que sabíamos de antemano y nos llevarán a la siguiente fase del conflicto en curso. Los dos polos irreconciliables echarán mano de todos sus recursos –cuando escribo todos, me refiero a todos—y el tercero en discordia intentará asomarse en medio del fragor y el humo. La contienda está servida.

De un lado, el presidente López Obrador como figura principal e indiscutible de los comicios que vendrán. Con el genio político que lo llevó al Ejecutivo en el 2018, ya logró también que las elecciones del 2021 lleven su sello personal y que ninguna de las personas que participarán lo olviden: al ir a las urnas, se votará a favor o en contra del poder otorgado al presidente. Punto.

Dudo mucho que el presidente se aísle del proceso electoral, porque su presencia simboliza y sintetiza el capital político de los seis partidos que lo respaldarán –subrayo de nuevo: ellos seguirán al presidente, no al revés-. De modo que si se guardara, obedeciendo la letra de la Constitución y de las leyes, se reblandecería el cemento que los une y correrían el riesgo de perder la mayoría absoluta a la que aspiran. Así que no hay lugar a dudas: de una u otra forma, el presidente seguirá en campaña y mientras más se discuta sobre la legalidad o la pertinencia de sus intervenciones, tanto mejor para su causa.

También sabemos que, en el otro extremo, los tres partidos coaligados para defenestrar al presidente no podrán alegar más que su rechazo radical a cualquier idea que venga o haya venido del Palacio Nacional. Es innecesario volver sobre esta afirmación. No pueden invocar el pasado que protagonizaron porque se saben culpables de la situación que hoy está viviendo México y carecen de argumentos atenuantes. Si quieren regresar, no tienen más opción que caerle a palos al presidente y sus aliados. Sus alegatos se reducen a los meses que han corrido desde el 2018: el pasado los inculpa y el futuro los amenaza. Por eso sus campañas serán inevitablemente negativas. Cuando no hay nada que afirmar, se niega.

En estas campañas no habrá argumentos ni razones ni programas ni proyectos, porque esos ya se trazaron antes. Habrá emociones enfrentadas. Como escribió Rosanvallon (El Siglo del populismo. Historia, teoría, crítica), se activará “la rabia de no ser reconocido, de ser abandonado, despreciado, de no importar nada a los ojos de los poderosos”; competirán las versiones complotistas y conspirativas que alimentan el resentimiento, para tratar de “restaurar la coherencia de un mundo indescifrable y amenazador” y la política fraseada como guerra para desalojar todo vestigio del pasado infame o para impedir la instauración de un nuevo régimen autoritario. No habrá razones sino pasiones: ¡acabaos los unos a los otros!

El único partido que decidió negarse a esa polarización -Movimiento Ciudadano, el tercero en discordia— tendría que hacer magia para salvarse del fuego entrecruzado por los dos polos principales y atrincherarse, acaso, en los muy escasos argumentos democráticos que vayan quedando vivos en medio de la guerra de odio y de las violencias que se multiplicarán desde hoy y hasta que alguno de los contrincantes principales haya sido eliminado o haya levantado la bandera blanca.

De nuestra parte -quienes no militamos en partidos pero sí participamos en la vida política de México- asistiremos a esta belicosa etapa de la vida nacional pugnando tercamente por la cultura de la paz y por la garantía de los derechos para los grupos vulnerables de la sociedad. Será una voz gritada en medio de disparos y estallidos. Pero no nos callarán, ni tirios ni troyanos.

Columna publicada originalmente en el diario El Universal.

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Memorias que piden justicia

Publicado en El Sol de México

Este año se conmemoran 51 años de la matanza de Tlatelolco. La memoria colectiva mantiene vivo el recuerdo de aquella injusticia. Son las voces que gritan su justicia, en marchas o en foros, quienes no permiten que el silencio se convierta en olvido.

La memoria es obstinada, no se resigna a quedar en el pasado, insiste en su presencia. Abrir los diarios de la memoria de los países que han transitado por épocas dictatoriales, puede asemejarse a transitar por un túnel del tiempo. En donde se confronta el presente democrático con las instituciones que coadyuvaron, en cierta época, a imponer un modelo.

Esto a su vez conlleva una serie de problemáticas económicas, políticas y policiales de coyuntura. Un pasado que se niega a “pasar” ante las deudas históricas con la sociedad. Ante la falta de accesos concretos a la verdad, la justicia y garantía de no repetición.

Hay que comprender que las memorias representan procesos subjetivos que se encuentran sujetos a las experiencias, materiales y espacios simbólicos. En ellas hay un constante contexto de disputa y conflicto, en donde convergen las luchas de los participantes con el marco de su relación con el poder.

Y es que una vez que se ha transitado de un régimen dictatorial a uno democrático se instalan una serie de mecanismos en el nivel de procedimientos formales. Es en donde desafío, para acceder a la verdad y la justicia, se traslada al desarrollo y profundización institucional.

La llegada a la presidencia de Vicente Fox implicó la creación de la Fiscalía Especializada en Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. El nombre dice mucho pero los resultados fueron nulos. Sin embargo, para algunas víctimas de graves violaciones a derechos humanos, como Martha Camacho Loaiza, se permitieron abrazar una pequeña esperanza de justicia.

Ella acudió a denunciar su desaparición forzada y la de su esposo. El fue torturado y ejecutado extrajudicialmente, frente a sus ojos, en el año de 1977. Fue arrestada en Culiacán, Sinaloa, por militares e integrantes de la extinta Dirección Federal de Seguridad.

El posterior proceso legal no tuvo resultados alentadores. Para el año de 2013 la Procuraduría General de la República le notifico que no podría haber acción penal por el caso de su esposo asesinado. Se argumentaba que los delitos habían prescrito.

Un fallo judicial posterior permitió que estas graves violaciones, fueran tipificadas como crímenes de lesa humanidad y que el caso mantuviera su vigencia. Recientemente, el 23 de septiembre el Estado Mexicano le ofreció una disculpa publica.

Es la primera vez que el Estado se disculpa con una víctima de desaparición forzada de la llamada “Guerra Sucia”. La importancia de esto recae en la construcción de una memoria narrativa como sociedad. Las memorias individuadles están enmarcadas siempre socialmente. Dichos marcos son una representación general, de sus necesidades y valores.

Fue la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien ofreció una disculpa por la tortura a la que fue sometida, Martha Camacho, y por la desaparición forzada y ejecución extrajudicial de su esposo, Manuel Alapizco Lizárraga. El proceso judicial sigue su curso, aún se abraza la posibilidad de lograr justicia.

Diría Bourdieu que la eficacia del discurso performativo es proporcional a la autoridad de quien lo enuncia. Aceptar lo sucedido, dar reconocimiento legitimo a quienes denuncian o piden justicia por los crímenes perpetrados, es el primer paso. Queda pendiente una verdadera política de justicia transicional que dé paso el acceso a la justicia y la memoria.

Si bien México no ha transitado por una dictadura, la ola de violencia actual nos obliga a pensar en maneras de abordar sus secuelas; a no caer en el olvido evasivo; a no olvidar los cientos de inocentes cuyos nombres pierden el día.