Hogar

Cuando la desigualdad toca a la puerta: Trabajadoras del hogar.

#SeguridadSocial en el hogar

Por Andrea Santiago, coordinadora de la causa de Trabajadoras del Hogar en Nosotrxs. Publicado en Tercera vía

En México hay espacios que sirven de lupa para comprender las profundas desigualdades que vivimos de forma cotidiana y naturalizada en nuestro país. El hogar de muchas clases medias y altas, es uno de ellos. En el imaginario social, la casa es percibida como el lugar de lo íntimo, nuestro refugio frente a las demandas del trabajo, un lugar seguro, de esparcimiento y convivencia familiar. Pero sucede que el hogar es, al mismo tiempo, un espacio de trabajo para otros[1]; otros que por lo general están muy alejados en términos de clase social, procedencia, y oportunidades. Para estas personas, el hogar de sus empleadores puede ser fuente de malestar, temor, incertidumbre, así como de agotamiento físico, mental y emocional debido a las malas condiciones laborales en las que se desempeñan.
 
El problema de la desigualdad para las trabajadoras del hogar, se agrava porque su trabajo se da en un ámbito de lo íntimo que pocas veces está bajo el escrutinio público, lo que favorece su invisibilización. Es necesario sacar a la luz los problemas a los que se enfrentan e invitar a entenderlos a detalle pues sólo así se podrá pensar en soluciones. Por ello, en las siguientes líneas ahondaré en características comunes del trabajo doméstico remunerado que contribuyen a reforzar injusticias.

Precariedad

Sin embargo, nunca se establece una jornada máxima, reconociendo así que la gente puede laborar hasta 12 horas por día, obviamente sin pago de horas extras.

Las condiciones de precariedad laboral, en el caso del trabajo doméstico remunerado, se reflejan en la inexistencia de contratos, los bajos salarios[2], la indefinición de horarios de trabajo, y las pocas o nulas prestaciones a las que tienen acceso[3]. Aunque esto podría sonar familiar para muchos trabajadores en México, quienes tienen que aceptar trabajos bajo estas condiciones como única alternativa, lo particular del trabajo doméstico remunerado es que la propia Ley Federal del Trabajo (LFT) y la Ley del Seguro Social (LSS) fomentan algunas de estas indeseables condiciones. Por ejemplo, la LFT estipula que para quienes trabajan bajo la modalidad “de planta”[4], el descanso debe ser de 9 horas durante la noche y 3 durante el día. Sin embargo, nunca se establece una jornada máxima, reconociendo así que la gente puede laborar hasta 12 horas por día, obviamente sin pago de horas extras. La misma ley señala que hasta el 50 por ciento del pago puede ser en especie (alimentación, habitación). Es decir, autoriza que se reduzca a la mitad un salario, que ya de por sí es bajo, a las personas que trabajan bajo esta modalidad. Por su parte, la LSS establece como voluntaria la inscripción al Seguro Social de las trabajadoras del hogar, y por si fuera poco, aun cuando se les afilie, quedan excluidas del INFONAVIT y de los servicios de guarderías[5]; una triste paradoja pues muchas de ellas dejan a sus hijos para cuidar a los hijos de los empleadores.

Desigualdad de trato

Otra característica de este tipo de empleo, que va más allá de una dimensión económica, es la desigualdad de trato. Es decir, el poco respeto o reconocimiento que reciben quienes lo realizan. La discriminación y estigma de las que son objeto las trabajadoras del hogar, ha sido una de las marcas distintivas del trabajo doméstico remunerado. Se les discrimina no sólo por el tipo de trabajo que ejercen sino por su clase social, nivel de escolaridad, lugar de procedencia, apariencia física, la forma de hablar español o hablar una lengua indígena[6]. Ciertos productos culturales como algunas telenovelas, han contribuido a la generación de un imaginario social que las coloca en el lugar del atraso, la ignorancia y la sumisión[7], lo que en la práctica se traduce en tratos despectivos y/o condescendientes. Como ejemplos de esto se encuentran: el esculcar sus pertenencias, que duerman en cuartos inhóspitos, el darles las sobras de la comida, y/o los motes despectivos –“la chacha”, “la criada”, “la gata”– para referirse a ellas. Al respecto dice Paula Hernández, empleada del hogar desde hace 25 años, que hay que llamar a la gente por su nombre y no ponerles un calificativo, porque ellas también podrían hacer lo mismo con sus empleadores llamándolos “el ruco, la ruca, la vieja… la pirujita”[8]. Sin embargo, agrega, “son cosas que no pueden decir, se dediquen a lo que se dediquen y sean lo que sean”.

 

Afectos que afectan

Si bien la proximidad física no anula las diferencias sociales entre empleadores y empleados, en algunos hogares esta proximidad y convivencia cotidiana da lugar a la creación de vínculos afectivos. El trabajo siempre ha sido un espacio de socialización y por ende de intercambio de afectos, pero en el caso particular del trabajo doméstico remunerado muchas veces éstos nublan la relación laboral y contribuyen a que los empleadores olviden que lo son. Esto se expresa, por ejemplo, cuando el aguinaldo, el aumento de sueldo o las vacaciones pagadas, son reemplazados por los regalos de navidad, los consejos personales, entre otras muestras de afecto. La solución, claro está, no radica en impedir un intercambio afectivo, sino en que no se dé en detrimento de los derechos laborales de quienes trabajan. Tener claro que una cosa son las condiciones laborales y otra las muestras de cariño, es central.

 

El trabajo doméstico: un servicio en aumento

Las labores domésticas y de cuidados[9] que históricamente se asumen como responsabilidad de la mujer, como una actividad que realizan de forma “natural” y/ como expresión del amor que sienten por sus familias –lo que seguramente ha contribuido a su poca valoración y a que no se vea como un trabajo que implica tiempo, conocimientos específicos y desgaste–, hoy en día están siendo altamente demandadas. Tanto la creciente incorporación de las mujeres al mercado de trabajo –caracterizado por horarios prolongados–, como el envejecimiento de la población en algunas regiones del mundo –y que en México aumentará en las próximas décadas[10]–, ha elevado la demanda de este tipo de servicios a nivel global.

Esta demanda de servicios se está dando en un contexto nacional poco favorecedor para la mayoría de los trabajadores

Es, en todo caso, un tipo de trabajo que ha cobrado un valor inusitado para la economía[11] y la sociedad, y podemos anticipar que lo seguirá haciendo. Sin embargo, esta demanda de servicios se está dando en un contexto nacional poco favorecedor para la mayoría de los trabajadores: por los bajos salarios y las brechas de ingresos cada vez mayores entre los hogares ricos y pobres[12], la precariedad laboral, el poco acceso a la seguridad social, entre otras agravantes. Si a esto le sumamos las desventajas que acentúan las propias leyes mexicanas en el caso concreto de las trabajadoras del hogar, nos encontramos frente a un panorama verdaderamente lamentable. Por ello es urgente plantear soluciones que garanticen que la demanda de este tipo de servicios no se siga dando a costa de la calidad de vida de las empleadas del hogar.

 

¿Qué se puede hacer?

Ante un panorama tan complejo, las soluciones no son simples ni en una sola dirección. Son múltiples los frentes que hay que atacar. Dentro de éstos destacan la ratificación del Convenio 189 para que el Estado mexicano esté obligado a cumplir con los estándares internacionales que garantizan los derechos humanos y laborales de este sector. Asimismo, es central reformar las leyes mexicanas para garantizar una jornada máxima de 8 horas, pago de horas extras, un salario justo y el acceso a todas las prestaciones de ley. No obstante, se requieren incentivos fiscales y la simplificación de trámites administrativos[13] para facilitarle a los empleadores el registro de las trabajadoras del hogar al Seguro Social así como contemplar las distintas modalidades bajo las cuales se realiza este empleo.

Se requieren incentivos fiscales y la simplificación de trámites administrativos para facilitarle a los empleadores el registro de las trabajadoras del hogar al Seguro Social

Claro que como hemos visto, el cambio en las leyes es tardado y depende en buena medida de la voluntad política de nuestros gobernantes –aún a pesar de las múltiples y valiosas presiones y esfuerzos que desde distintas instancias[14] se están dando para revertir esta situación–. Desde el 2014, por ejemplo, llevamos esperando a que el Gobierno Federal materialice su compromiso de enviar la propuesta de ratificación del Convenio 189 al Senado de la República. Aún hay tiempo para que lo hagan antes de que finalice el sexenio y así dar un paso contundente en el reconocimiento de los derechos de este sector. Sin embargo si queremos abrir múltiples frentes que contrarresten la lentitud institucional, el primer paso lo podemos dar en nuestras casas. La formalización de la relación laboral a través de un contrato escrito que estipule los derechos y obligaciones de ambas partes, el aumento de sueldos, el no exceder las 8 horas de trabajo, el pago de aguinaldo, vacaciones y horas extras, entre otras, son condiciones laborales que pueden ofrecerse sin esperar a que las leyes cambien. Es realmente en esos momentos cuando contribuimos a mejorar las condiciones de vida de las empleadas del hogar; además de ser una manera de mostrarles respeto y reconocimiento al trabajo que realizan diariamente. Por el contrario, ayudarlas simplemente a sobrellevar la precariedad, involucra reproducir y legitimar, de forma cotidiana y en nuestro hogar, la desigualdad.

Referencias

[1] Exactamente 2,387,907 de personas dedicándose al trabajo doméstico remunerado según la ENOE [1er trimestre de 2017]. De esta cifra, 92 % son mujeres, por ello en lo que sigue del artículo hablaremos de trabajadoras del hogar.
 
[2] Según datos del INEGI, en 2015, 73.2% de los trabajadores domésticos reciben 2 salarios mínimos al día o menos. Fuente: http://bit.ly/1Jw7I8s
 
[3] En 2010, 76.3% no contaba con ninguna prestación laboral. Fuente: INEGI. “Perfil sociodemográfico de los trabajadores domésticos remunerado en México 2010.”
 
[4] Es decir, aquellos trabajadores que habitan en el hogar donde prestan sus servicios.
 
[5] Cebollada, Marta, Una propuesta de política pública para la formalización de los trabajadores domésticos en México. Tesis de maestría. FLACSO, México, 2016, p. 45.
 
[6] Angélica González y Edwing Solano, “Repercusiones de la discriminación hacia las trabajadoras del hogar. Análisis cualitativo de la Enadis 2010”. Dfensor. Revista de Derechos Humanos, núm. 01, año x, México, enero 2012, p.27.
 
[7] Séverine Durin y Natalia Vázquez, “Heroínas-sirvientas. Análisis de las representaciones de trabajadoras domésticas en telenovelas mexicanas”, p. 34.
 
[8] Testimonio de Paula: http://bit.ly/2h8eYSQ. Más testimonios de trabajadoras del hogar en: vocesdeentradaporsalida.org
 
[9] Que pueden incluir: limpieza de la casa, cocinar, planchar, lavar, jardinería, vigilancia de la casa, cuidado de los niños, enfermos, ancianos, mascotas, ser chófer de la familia.
 
[10] Para el 2050 se espera que 25% de la población tenga más de 60 años. Fuente: http://bit.ly/1NJyG5h
 
[11] Salazar Parreñas, Rhacel, Servants of Globalization. Women, migration and domestic work, Standford University Press, E.U.A, 2001, p.74
 
[12] En 2015 los hogares más ricos ganaban en promedio 20 veces más que los más pobres. Fuente: http://bit.ly/2a3Y3kr
 
[13] Cebollada, Marta, op.cit, p.101.
 
[14] Podemos subrayar los esfuerzos de Hogar Justo Hogar, Nosotrxs, Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), CONAPRED, Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), entre otros.

La corrupción envuelta en otros paños

¿No ha sido Meade cómplice de los procesos que han puesto en jaque el sistema anticorrupción?

Por Mauricio Merino, publicado originalmente en El Universal

Las propuestas que han venido eslabonando los principales candidatos a la presidencia para combatir la corrupción cortan la respiración. No parece que los proyectos que dicen defender se deriven del calor de la contienda: están hablando en serio y todo indica que ninguno está dispuesto a consolidar las instituciones que se han venido construyendo para atacar las causas originales de ese cáncer que nos está matando.

El Sistema Nacional Anticorrupción no tiene aliados. Si ganara AMLO, ese sistema se vendría abajo de inmediato, porque el presidente preferiría apostar por el nombramiento de allegados en los puestos clave. Lo ha dicho hasta el cansancio: desde su punto de vista, no son las instituciones, obligadas a garantizar el cumplimiento de la ley, ni los mejores métodos de gestión pública los que salvarán a México de la deshonestidad, sino un puñado de personas cercanas a su confianza, porque “las escaleras se barren de arriba para abajo”. Si el presidente es honesto, afirma, todos los demás serán honestos. Y de paso, ha subrayado una y otra vez que desconfía de la vigilancia de la sociedad civil organizada, sin matices, como si todos cupieran en el mismo saco.

El candidato puntero ha dicho que atacar la corrupción será su prioridad. Pero esa prioridad se atenderá desde Los Pinos y con una red de nombramientos emanados directamente desde su oficina, comenzando con las ternas propuestas para las fiscalías acéfalas. Si las cosas le salieran mal, dice, estaría dispuesto a someterse a la revocación del mandato cada dos años. Pero si alguno de sus colaboradores se corrompe, no habría sistemas para corregir las fallas, sino nuevos nombramientos. En su lenguaje no caben los pesos y los contrapesos, sino los consensos; no cabe la inteligencia institucional, sino su ejemplo; no caben los procedimientos de investigación autónomos, sino la rectoría de presidencia; no caben la transparencia ni la rendición de cuentas, sino los plebiscitos populares. Desde su mirador, la corrupción habrá de combatirse supliendo a una clase política por otra. Y la nueva será honesta, porque será nombrada por el presidente honesto.

Las propuestas que ha venido pergeñando Ricardo Anaya no son menos preocupantes. Pese a que el candidato presidencial del Frente fue testigo y actor del proceso que llevó a crear el Sistema Nacional Anticorrupción, en vez de formular un compromiso inequívoco con la consolidación, la autonomía y la apertura pública de ese sistema, hoy está apostando por los extranjeros. Le gusta el modelo que ha seguido Guatemala y ha comenzado a hablar de la hechura de una “Comisión de la Verdad” formada por personas de otros países. Hacer estudios comparados no es lo mismo que entregarse a otros, y mucho menos después de ver cómo esas experiencias han fracturado a los países que las han vivido. No obstante, el candidato Anaya se ha dejado convencer por la poderosa idea de pedir prestada a Washington una comisión purísima para pescar peces gordos mexicanos. Ese discurso seduce porque toca las fibras del agravio y la venganza, pero mina las instituciones nacionales, compromete la soberanía y deja intactas las causas de la corrupción. Lo que AMLO quiere hacer por dentro Anaya lo quiere traer de fuera.

Se me acaba el espacio y no he hablado de las propuestas de José Antonio Meade. ¿Pero es acaso necesario hablar de ellas? ¿No ha sido Meade un cómplice de los procesos de captura y de simulación que han puesto en jaque el sistema anticorrupción recién creado? El PRI sólo quiso salvar la cara para volver a las prácticas de siempre. Esa coalición boicoteó lo que se había ganado. Las otras dos, en cambio, cancelarían la ruta: de seguir así, no habrá un sistema para combatir la corrupción, sino que la corrupción seguirá siendo el sistema. Mal comienza la semana para el ahorcado en lunes.

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El tendedero de la esperanza

Tendiendo la esperanza

Publicado en El sol de méxico por Andrea Santiago, coordinadora de la causa “Trabajadoras del hogar” de Nosotrxs

Son 2.4 millones de trabajadoras del hogar que diariamente realizan actividades que van desde la preparación de alimentos, el aseo de un hogar, hasta el cuidado de algún familiar. No es menor el trabajo que realizan, permiten a miles de hombres y mujeres salir a trabajar, y con ello adquirir un ingreso que puede gastarse en el Mercado. Se suele pensar a este tipo de trabajo en términos improductivos porque no generan una ganancia económica para los empleadores, pero paradójicamente, generan un gran ahorro en los hogares de quienes contratan este tipo de servicios. En caso de adquirirlos por fuera, en tintorerías, lavanderías, restaurantes, asilos o guarderías, los costos serían elevadísimos para cada hogar.

Al mismo tiempo, producen un tipo de bienestar que difícilmente puede ser medido en términos cuantitativos. ¿Cómo medir el cariño hacia un niño, el olor a casa limpia, una comida bien preparada, una habitación ordenada? No obstante, pese a lo palpable de ese bienestar, producto del trabajo hecho día con día, poco se valora en nuestra sociedad. Hay diversas razones que explican el porqué de esto, entre ellas, el pensar –erróneamente– que no requiere una preparación u habilidades específicas pues se da por sentado que las mujeres nacen sabiendo hacer estas actividades; el asociarlo con un trabajo sucio; la circulación de estigmas y representaciones negativas que son tan características en nuestra sociedad hacia quienes migran del campo a la ciudad, no concluyeron sus estudios, hablan una lengua indígena, o simplemente hacia quienes no forman parte de una clase social privilegiada, como muchas de las personas que realizan este tipo de empleo. Es así que cegados por la costumbre de discriminar, se reproduce en el imaginario social la idea de que este trabajo y las personas que lo realizan no valen tanto y, que por ende, no merecen los mismos derechos. Así, termina por legitimarse la desigualdad tanto económica como de trato, que vemos reflejadas en las condiciones laborales de este grupo de trabajadoras que, en su mayoría, no cuentan prestaciones de ley y, que al día de hoy, muchas manifiestan no recibir un trato digno.

 El domingo 11 de marzo, en un evento inusual, ochenta trabajadoras del hogar externalizaron sus sueños y deseos de que su realidad cambie. En papel escribieron sus mensajes, plasmaron la huella de sus manos y su firma, y los colgaron en un tendedero —montado por Nosotrxs y el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Algunos mensajes fueron los siguientes: “Yo tengo el sueño de tener vacaciones pagadas. Poder tener una carrera de sociología” (María Gabriela Ramírez Cruz). “Yo tengo el sueño de vacaciones en la playa por 15 días pagadas” (Myrna Hernández León). “Yo tengo el sueño de en unos años poder estar descansando y con una pensión digna para ir a algún lugar de fin de semana con mi esposo” (Irene Ramírez). “Yo tengo el sueño de tener un trabajo digno. Ver que mis hijos terminen sus estudios. Ir de vacaciones con mis hijos algún día. Tener tiempo para estar con mi familia” (Francisca Bautista). “Yo tengo el sueño de aprender música y leer mucho” (Enry). “Yo tengo el sueño de que a las trabajadoras domésticas nos dieran una oportunidad de abrirse paso a la vida. Crecer. Tener becas. Por ejemplo, yo quiero aprender computación” (Gloria Hernández).

La interrogante que queda tras el evento es si podemos tender otro mundo –más justo, más digno- para las trabajadoras del hogar. La respuesta es que si queremos, podremos.Estamos en el momento idóneo para comprobarlo. El Gobierno Federal tiene en sus manos el poder de ratificar el Convenio 189 de la OIT y así demostrarnos que, como sociedad, podemos aprender a barrer nuestros prejuicios, al reconocer y hacer efectivos los derechos de las trabajadoras del hogar. No podemos alargar más la espera. Aún hay tiempo para lograrlo antes de que concluya este sexenio.

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Peña Nieto: cumple tu promesa. Ratifica el #Convenio189

Peña Nieto: Ratifica el #Convenio189

Por: Luis F. Fernández

Señor Presidente de la República, aún hay tiempo para cumplir su promesa de ratificar el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo. Al hacerlo, reconocería los derechos de trabajadoras y trabajadores del hogar y detonaría procesos institucionales para garantizar un trabajo digno y protección social a este sector de la población. Quedan 52 días para lograr su ratificación antes de que termine esta legislatura en su sexenio. Esto implica, únicamente, que con toda la voluntad política, el Gobierno Federal lo envíe a ratificación al Senado de la República lo antes posible.

Al ratificarlo, no seremos el único país que haya dado ese paso. Tan sólo en América Latina y el Caribe 12 países ya han ratificado el convenio e iniciado procesos de reforma paulatinos y de implementación escalonada. Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, República Dominicana, Ecuador, Guyana, Jamaica, Nicaragua, Panamá, Paraguay y Uruguay ya lo ratificaron. De éstos, sólo Brasil extendió su entrada en vigor al 31 de enero de 2019. En México, éste puede ser el caso.

Si su gobierno ratifica, habrá honrado su promesa con los 2.4 millones de trabajadoras y trabajadores del hogar, habrá dado un paso contundente para el reconocimiento de los derechos de uno de los grupos más vulnerables del país y, sobre todo, garantizará las condiciones mínimas para avanzar en:

  • La promoción y protección de los derechos humanos de todas y todos los trabajadores domésticos,
  • El respeto y protección de los principios y derechos fundamentales en el trabajo: la libertad de asociación y reconocimiento efectivo del derecho a la negociación colectiva; la eliminación de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio; la abolición del trabajo infantil; y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación
  • la protección efectiva contra todas las formas de abuso, acoso y violencia, y
  • Las condiciones justas de empleo incluyendo una vivienda digna.

Aún hay tiempo para garantizar la igualdad de condiciones laborales y humanas para este sector. Usted lo mencionó el miércoles 7 de marzo en su discurso por la Conmemoración del Día Internacional de la Mujer, “la realidad de injusticia, desigualdad, discriminación y violencia contra la mujer no se cambia sólo por decreto, por desearlo o por expresarse en contra de esas injusticias. Esa realidad se puede cambiar, modificar y mejorar a partir de distintas políticas”. Sentar las bases de esas políticas públicas aún es posible, existen diversas propuestas de implementación en términos de inversión presupuestal y progresividad en la cobertura del sector.

De acuerdo con el Instituto Belisario Domínguez, adscrito al Senado de la República, es factible que el gobierno federal garantice la incorporación de más del 45.8% de las trabajadoras del hogar con un costo aproximado de 28,712 millones de pesos y de 33,508 millones de pesos con una incorporación escalonada para 2030. Aún es posible reordenar o reorientar el destino del gasto del Presupuesto de Egresos de la Federación 2018, pero no es necesario aún; esto puede esperar a la discusión del presupuesto del siguiente sementre. Lo que sí no puede esperar más es la ratificiación del Convenio 189.

Está en sus manos, Señor Presidente, aún hay tiempo. Esta decisión podrá transformar significativamente la vida de 2.4 millones de trabajadores y trabajadoras del hogar. Se trata de una deuda histórica y estoy convencido que, para honrar su palabra, saldará la deuda a tiempo.

Director Ejecutivo de Nosotrxs

@NosotrxsMX

Hogar

Urgen dar seguridad social y reconocer derechos de trabajadorxs del hogar

Organizaciones pidieron al gobierno federal que ratifique el convenio 189 de la OIT antes del 30 de abril para poner fin a la explotación y discriminación de los emplead@s doméstic@s.

Vía AristeguiNoticias

Mediante el hashtag #AunHayTiempo, diversas organizaciones sociales exhortaron al Gobierno Federal a ratificar el Convenio 189de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para garantizar los derechos de los 2.4 millones de trabajadoras y trabajadores del hogar.

Andrea Santiago, coordinadora de la causa trabajadoras del hogar de Nosotrxs, explicó que la administración de Enrique Peña Nieto tiene hasta el próximo 30 de abril para enviar el Convenio al Senado de la República, a fin de que lo ratifique y con ello se garantice seguridad social y el fin de la explotación y la discriminacióncontra este sector de la población.

“¿Por qué es importante este Convenio? Porque este convenio, que además han firmado 25 países, 14 de Latinoamérica, reconoce todos los derechos de las y los trabajadores del hogar y asegura mecanismos también para que se acabe con la explotación y la discriminación hacia este sector que, sobre todo en nuestro país, ha sido uno de los sectores más discriminados”.

Este lunes, las organizaciones acudieron a la Cámara Alta para ofrecer su respaldo a Marcelina Bautista, secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar, y para denunciar la falta de voluntad política del gobierno peñista para ratificar el documento.

“Se firmó, de hecho, el 16 de junio de 2011 y no se ha ratificado por una cuestión meramente de voluntad política porque la ratificación es una cuestión viable pues los cambios que se plantean son paulatinos. De hecho, (Miguel Ángel) Osorio Chong (secretario de Gobernación) se comprometió públicamente, en nombre del Presidente de la República, a ratificar el convenio, pero a la fecha no lo han hecho”.

Andrea Santiago reveló cuáles son algunas de las condiciones de quienes se dedican a esta actividad: “El 70 por ciento de las empleadas del hogar ganan no más de dos salarios mínimos, se trata de una suma que es bastante baja. Y el 97 por ciento no cuentan con seguridad social. El 24.7 por ciento de las trabajadoras del hogar no reciben aguinaldo y a esto hay que sumarle formas de discriminación como maltrato por parte de los empleadores”.

Por último, reiteró que si el gobierno de Peña Nieto quiere realmente la ratificación de este convenio, debe enviarlo al Senado de inmediato, a fin de que los legisladores lo procesen en el actual periodo ordinario de sesiones que concluye el 30 de abril y que es el último de la LXIII Legislatura.

De otra forma, el tema se heredaría al gobierno y al Congreso que emanen de las elecciones del próximo 1 de julio:

“De hecho, la fecha límite que tenemos para que se pueda ratificar es el 30 de abril, es decir, realmente estamos con el tiempo muy encima pero creemos que ya desde el propio Senado se ha hecho muchísimo trabajo, ya se han hecho varios exhortos al Ejecutivo para que envíe el convenio. Y creemos que sí hay oportunidad, le estamos apostando a eso porque ya no queremos esperar otro año más, otro sexenio más”, concluyó.

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Reconstrucción 19S

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Mecanismos de vigilancia, transparencia y rendición de cuentas en el proceso de Reconstrucción y Atención

En colaboración con PIRC y RRC

La emergencia que inició en México, a causa de los sismos de los días 7 y 19 de septiembre de 2017, constituye un episodio ante el cual deben reaccionar las instancias gubernamentales con rapidez y eficacia.

El proceso de reconstrucción no implica únicamente la efectiva construcción de edificaciones afectadas por el desastre, sino la reactivación de las actividades sociales y económicas e, incluso, con la atención de los efectos psicológicos de la crisis en los ciudadanos.

El ejercicio de los recursos públicos y privados debe ser:

  • Eficaz: las acciones de reconstrucción deben estar vinculadas a un modelo de planeación central, cuyo sustento sea información técnica especializada para la definición de prioridades de atención.
  • Modelo participativo: que permita identificar las necesidades de los afectados directamente. Medios para la participación ciudadana —en labores de vigilancia y control—, durante todo el proceso de gestión, planeación y ejecución de actividades de reconstrucción.
  • Transparente: la gestión y ejecución de los recursos públicos apegada a reglas de transparencia, de modo que el proceso de gestión sea ya una herramienta para propiciar la confianza ciudadana en las acciones de recuperación.
  • Mecanismos de rendición de cuentas: transparencia, vigilancia y control ciudadano que limitan los espacios de discrecionalidad y el mal uso de los recursos —tanto públicos como privados

Conoce aquí el estudio completo

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