06 En río revuelto, ausencia de derechos violencia hacia las personas LGBT

En río revuelto, ausencia de derechos: violencia hacia las personas LGBT+

La ausencia de garantía de derechos hacia las personas LGBT+ no es un problema ajeno a la dinámica de la violencia en México. Forma parte de las violencias múltiples que suceden todos los días, que no distinguen entre personas, pero sí se ensañan con los derechos y la vida de las personas LGBT+.

Por Jaime Hernández Colorado

Hace unas semanas en este mismo espacio, hablando sobre el Informe del Experto Independiente sobre la Protección contra la Violencia y la Discriminación por Motivos de Orientación Sexual o Identidad de Género, ya quedaba claro que los problemas de violencia, discriminación y falta de garantías para el ejercicio de los derechos son problemas recurrentes en todo el mundo; México no es excepción. Además que esos problemas se recrudecen cuando se trata de personas LGBT+, pues no sólo impiden el libre desarrollo de la vida, también resultan en desplazamiento forzoso y otro cúmulo de consecuencias negativas para muchas personas.

En el río revuelto de los problemas graves de violencia que ha enfrentado el país desde hace varios lustros, la ausencia de garantía de los derechos de las personas LGBT+, en particular, suele valorarse como cualquier quítame allá esas pajas. Porque, claro, la violencia general, en su gravedad, excede la importancia de esos otros problemas. La cuestión central que hay que repetir, por mucho que se haya dicho antes, es que esa ausencia de garantía de derechos hacia las personas LGBT+ no es un problema ajeno a la dinámica de la violencia en México, sino que forma parte de ella. Se trata de expresiones, variantes o manifestaciones violentas, por lo tanto, parte de las violencias múltiples que suceden todos los días, que no distinguen entre personas, pero que sí se ensañan con los derechos y la vida de las personas LGBT+, complicando, limitando y hasta cancelando sus vidas. A veces incluso haciéndoles invisibles, una vez han sido víctimas.

Este año, una vez más, el trabajo excepcional de Letra S ha cristalizado en el informe “Las dinámicas de la violencia por prejuicio. Homicidios de personas LGBT+ en México, 2024”, a cargo de los colegas Alejandro Brito y Samuel Jair Martínez Cruz, artífices de este esfuerzo multianual ya esencial para la discusión pública.

Los resultados del informe no nos pintan un escenario más alentador que el de los años anteriores: para 2024, hay información sobre 80 asesinatos de personas de la diversidad sexual y de género. Esto significa un aumento de 20 % respecto de 2023. Y puntualiza: “esta cifra representa sólo los casos que fueron cubiertos por medios de comunicación; existe una caja negra de casos que no fueron ventilados por los medios de comunicación ni registrados en sistemas de justicia de forma oficial. Por lo tanto, estimamos que la cifra real podría ascender a más del doble”. No hay que olvidar los datos de los años anteriores: 66 asesinatos en 2023 y 87 en 2022.

Respecto del detalle de los casos, el informe puntualiza que “en 2024 fueron asesinadas 55 mujeres trans. Esta cifra es la más alta en los últimos tres años. En 2023 fueron 43 y en 2022 fueron 48 mujeres trans asesinadas”. Esto implica, según el cálculo de los autores del informe, “una tasa de homicidios para la población de mujeres trans que equivale a 37.1 homicidios por cada cien mil habitantes mujeres trans en México”. Esta tasa “se sitúa siete veces por encima de la tasa de homicidios de mujeres cis” en el mismo período anual.

Uno de los datos más preocupantes —si cabe— que ofrece el informe es “la edad de las personas LGBT+ asesinadas. De los 80 casos documentados en 2024, al menos 36 se trataron de personas adultas entre 30 y 50 años, 21 casos de personas jóvenes de entre 18 y 29 años, una persona menor de edad y una persona adulta mayor”. Esto implica un promedio general de edad de 34.2 años.

La violencia homicida hacia las mujeres trans confirma la gravedad de los cálculos de esperanza de vida: sabemos que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos la ha establecido en 34 años y que el gobierno federal ha hablado de 35 años. Pero para 2024, el informe identifica un promedio de edad de las mujeres trans asesinadas de 32.9 años, cifra por debajo de cualquiera de los dos cálculos más usuales. De otro lado, el informe calcula en 37.1 años el promedio de edad de los hombres gay víctimas, que son casi el total del resto de los casos registrados. No es ocioso poner en contexto estos datos: la esperanza de vida para las mujeres en México es de 79 años y 74 para los hombres.

Ni duda cabe que este informe de Letra S contribuye, una vez más, a poner de manifiesto que los límites, dificultades e imposibilidades para el ejercicio de los derechos de las personas LGBT+ en el país no implican sólo falta de garantía, sino que pueden derivar en violencia fatal. A pesar de lo cansado que es repetir tantas veces un mensaje, que de suyo es bastante simple, es obligatorio hacerlo: la garantía de los derechos de las personas que nos identificamos como LGBT+ ni es opcional ni es búsqueda de privilegios ni es algo que pueda patearse a mañana o pasado. Las consecuencias nefandas de la discriminación y las violencias hacia las personas LGBT+ están sucediendo frente a nuestros ojos todos los días. Y es del más básico sentido de humanidad dejar de fingir que no las vemos.

Jaime Hernández Colorado es director de Nosotrxs.

Publicación original: https://www.animalpolitico.com/analisis/organizaciones/nosotrxs-en-los-estados/violencia-hacia-personas-lgbt

05 La importancia del derecho a la protección de las personas refugiadas

La importancia del derecho a la protección de las personas refugiadas

En el mundo existen alrededor de 43.3 millones de personas en situación de refugio, de acuerdo con la ACNUR. Cuando una persona toma la decisión de abandonar su hogar, su cotidianidad, sus pertenencias, es muy probable que sea porque se han vulnerado gravemente sus derechos humanos

Por Daniel Cortés Martínez

La historia de Mohammed Nasser Al-Humaikani fue contada por Alejandro Millán Valencia en una crónica de la BBC en el año 2018. En ella se dio cuenta de la travesía que este médico de origen yemení tuvo que enfrentar en su intento por llegar a solicitar refugio a Canadá. Su trayecto comenzó al salir de Yemen, forzado a huir junto con otro millón de personas desplazadas a causa de un conflicto interno que azota al país desde 2015. Voló a Ecuador con el intento de viajar por Centroamérica y México, cruzar todo Estados Unidos, para finalmente llegar a Canadá sosteniendo la esperanza de ser recibido como refugiado ahí.

La opción de llegar a Ecuador parecía más fácil que cualquier otro lugar en Europa, puesto que lo que Mohammed buscaba era acogerse a la figura de refugiado, y Canadá parecía ser el lugar perfecto para lograrlo. Sin embargo, su camino se detuvo en el Tapón del Darién, un territorio selvático de más de 5 mil kilómetros cuadrados en la frontera entre Colombia y Panamá, virtualmente impenetrable, y que se ha convertido en una peligrosa ruta migratoria acechada por grupos criminales que se dedican a la trata de personas, sin mencionar las duras condiciones climáticas que hay que enfrentar y que son inherentes a cruzar a pie una selva tropical, como lo son lidiar con animales salvajes, insectos venenosos, cruzar ríos acaudalados o zonas pantanosas sin contar con algún tipo de infraestructura que ayude a que el viaje sea menos escabroso.

Mohammed pasó los peores cuatro días de su vida tratando de cruzar la selva del Darién antes de ser interceptado y trasladado, exhausto, a una Estación Temporal de Auxilio Humanitario en Panamá, desde donde fue devuelto al Yemen en llamas. Lo que es necesario destacar de la historia de Mohammed, y la de millones de personas más, es en cómo estuvo dispuesto a enfrentarse a los horrores de cruzar por el Darién buscando refugio en otro país, con tal de no regresar a la hambruna, el conflicto y la violencia que aquejan su país de origen. En ese sentido, ¿por qué es tan importante entonces la figura del refugio?

De acuerdo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas Para los Refugiados (ACNUR), estas son personas que han sido forzadas a abandonar su país de origen y buscar la protección de un Estado distinto al suyo. La situación en el lugar de origen es de tal seriedad que les impide volver porque existe un alto riesgo de que sean perseguidas por su identidad, sus creencias, o porque el país está sumido en escaladas de violencia, conflictos armados u otro tipo de acontecimientos que alteran gravemente el orden público y dejan a los pobladores en estados de vulnerabilidad constantes. Cuando una persona toma la decisión de abandonar su hogar, su cotidianidad, sus pertenencias, es muy probable que sea porque se han vulnerado gravemente sus derechos humanos, que haya sufrido vejaciones, lesiones o que haya presenciado situaciones de matanzas de vecinos o personas cercanas; es decir, nadie se convierte en refugiado por elección propia, sino porque en muchas circunstancias no existe otra opción asequible.

Datos de ACNUR dan cuenta de que hoy por hoy en el mundo existen alrededor de 43.3 millones de personas en situación de refugio, mientras que 40 % de estas personas refugiadas tienen menos de 18 años, elemento agravante si consideramos las condiciones como la de Mohammed, por ejemplo, pero también es la historia de muchas personas en otras partes del mundo que se tienen que enfrentar a condiciones sumamente adversas en sus intentos por buscar una vida digna y libre de violencia. En la actualidad el número de personas forzadas a desplazarse de sus lugares de origen ha alcanzado máximos históricos en todo el mundo, situación que además se agrava por los recortes significativos a la financiación humanitaria, poniendo en riesgo la subsistencia de miles de personas.

El 20 de junio se conmemora el Día Mundial de la Persona Refugiada, pero más allá de solo mencionar y hacer visible esta problemática durante un solo día, es preciso expresar empatía y solidaridad hacia las personas refugiadas, además de conocer y compartir sus historias. Resulta un hecho que ninguna persona está exenta de pasar en algún momento por alguna situación que obligue a solicitar refugio y protección de un país distinto al de origen, y menos en un momento crucial de incertidumbre global y de un aumento en los conflictos regionales y de la violencia en general. Así pues, defender el derecho de una persona a buscar protección y soluciones ante situaciones complicadas debe ser del interés de todxs.

Publicación original: https://www.animalpolitico.com/analisis/organizaciones/nuestras-voces/importancia-derecho-proteccion-personas-refugiadas

04 El discurso de odio no es libertad de expresión

El discurso de odio no es libertad de expresión

Por Alma Cuadros

¿Por qué seguimos permitiendo que el odio se disfrace de opinión? ¿Cuántas veces al día dejamos pasar frases que, si las analizamos, están cargadas de violencia? Cada 19 de junio se conmemora el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio.

Y, aunque podría parecer otra efeméride del calendario de Naciones Unidas, su urgencia está lejos de ser simbólica. Porque el discurso de odio no es un fenómeno excepcional: nos violenta todos los días, dentro y fuera de nuestros entornos, en escuelas y en espacios laborales; lo escuchamos en el transporte público, lo leemos en las redes sociales, lo replican en los noticieros, en la comedia de moda o en los mensajes de influencers. Está ahí, camuflado, bajo lo que muchos siguen llamando “libertad de expresión”.

El discurso de odio no siempre grita, a veces susurra, otras veces se ríe, lo escuchamos bajito, como quien no quiere la cosa, entre dientes o “en confianza”. Otras, se maquilla de ironía, de “broma pesada”, de “así habla la gente”, de un “estoy en mi derecho”. Pero siempre señala, excluye y lastima, lastima mucho. Frases como: “se nota que no es una mujer de verdad”, “no tengo problema con los gays, pero que no anden exhibiéndose”, “los migrantes vienen a quitarnos todo”, o “tienes bonita cara, pero deberías de bajar de peso” son expresiones que hemos normalizado, pero que siguen alimentando una cultura donde el odio y el desdén se vuelven aceptables.

Contrarrestar el discurso de odio no significa censurar ideas, significa marcar un límite ético entre lo que es un punto de vista y lo que es violencia verbal, simbólica, psicológica y social. Significa dejar de validar el racismo “de broma” o la transfobia “por ignorancia”. Significa, también, cuestionar esos discursos que señalan, estigmatizan o criminalizan a poblaciones enteras incluso desde quienes ejercen el poder.

En México, el discurso de odio ha dejado demasiadas huellas, solo por mencionar algunos ejemplos, asesinatos de mujeres trans solo por existir, discursos que ridiculizan la identidad de las personas no binarias, declaraciones que tachan de “ideología” a las luchas por la diversidad, violencia digital a activistas y criminalización de mujeres por ejercer sus derechos. También, muertes por suicidio, afectaciones psicológicas por criticar la forma de vestir, el peso corporal, el constante bullying en las escuelas, por juicios respecto a la situación socioeconómica, por discriminación racial, en una lista que se puede volver infinita. Todo esto comienza con palabras, con discursos que dejan de ver personas y empiezan a construir enemigos.

¿Hay esperanza? Quisiera tener fe en la humanidad, al ver activistas que usan el arte, el lenguaje y la educación para construir puentes. Hay campañas que enseñan por qué lo que decimos importa. Hay personas comunes que deciden no compartir ese meme violento, no reírse del chiste discriminador, o que se animan a decir en voz alta: “eso no está bien”. Existen medios de comunicación, escritores, poetas, tiktokers que se preocupan por arropar, proteger y dar visibilidad a la diferencia, las diferencias inherentes a todas las personas.

Este dieciocho de junio no es solo un recordatorio institucional, se trata de una invitación personal, de una urgencia colectiva y sobre todo de una oportunidad para detenernos y pensar: ¿qué estoy permitiendo con mi silencio?, ¿qué estoy validando con mis palabras? Antes de emitir un comentario, recuerda, analiza, reflexiona, ten presente siempre, que no todo vale. La libertad de expresión se termina cuando humillas, discriminas, sobajas o violentas a otras personas.

Directora de Comunicación en Nosotrxs

Publicación original: https://oem.com.mx/elsoldemexico/analisis/el-discurso-de-odio-no-es-libertad-de-expresion-24283248 

03 Por qué importa el orgullo no, no exigimos privilegios

Por qué importa el orgullo: no, no exigimos “privilegios”

Cuando pedimos respeto a nuestros derechos como personas LGBTQI+ no queremos “privilegios”, lo que exigimos, cada día, de cada mes, pero colectivamente en junio, es la misma base de la que parten todas las demás personas. La vida no puede ser una para la mayoría y otra, limitada, para quienes nos identificamos como personas LGBT+.

Por Jaime Hernández Colorado

Uno de los lugares comunes más frecuentes para empezar el argumentario, si cabe el término, en contra de los derechos de las personas LGBTQI+ suele ser preguntar para qué sirve el mes del orgullo y las actividades asociadas. Todo esto para seguir con una diatriba acerca de por qué lo que pedimos no son derechos, sino privilegios. A propósito de estas discusiones inanes, que recobran relevancia cada año durante el mes de junio, conviene leer el Informe del Experto Independiente sobre la protección contra la violencia y discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género, Graeme Reid, agendado para presentarse al Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el 59° período de sesiones, del 16 de junio al 11 de julio de 2025.

El contenido del informe deja claro que los derechos a los que nos referimos cuando hablamos de orgullo y de la urgencia de garantizar condiciones básicas para el libre desarrollo de la personalidad —y de la vida, en general— para las personas LGBTQI+ no son “privilegios”. Se trata de derechos que resultan inherentes al resto de las personas, pero que no hallan garantía cuando se trata de personas de las diversidades sexuales o de género. Para empezar, el informe abunda acerca de una intersección compleja, en términos de garantía de los derechos: la de la diversidad de orientación sexual o identidad de género y el desplazamiento forzoso. Ambos temas, de suyo, articulan situaciones en las que poblaciones muy diversas se enfrentan a violencia, discriminación y restricciones que imposibilitan el ejercicio de sus derechos. Pero cuando se trata de la intersección entre el desplazamiento forzoso y las poblaciones LGBTQI+, los problemas se agravan a tal grado que es evidente que los derechos que pedimos siempre, pero con intensidad particular en el mes de junio, no son derechos extraterrestres, sino los mismos que suelen tener el resto de las personas.

El informe no ignora, por ejemplo, que “sesenta y cinco países siguen criminalizando las relaciones entre personas del mismo sexo; en catorce, la expresión de género tiene carácter criminal y se castiga con penas de prisión y castigos corporales. En doce de esos catorce, el castigo es la pena de muerte”. Considerando esa base, el informe enfatiza que “las personas LGBT se ven desproporcionadamente afectadas por los factores que impulsan los desplazamientos, como los conflictos, la violencia, la persecución, la represión, los desastres y las crisis relacionadas con el clima. En todas las fases de desplazamiento, las personas LGBT desplazadas forzosamente se enfrentan a un riesgo más elevado de violencia, exclusión y abandono. Las barreras estructurales y las prácticas discriminatorias dificultan el acceso a la protección, el reconocimiento legal y servicios esenciales. La persistencia de estos perjuicios provoca múltiples ciclos de desplazamiento, lo que deja a las personas LGBT en situación de vulnerabilidad ante graves violaciones a los derechos humanos”.

No es ociosa la discusión que ofrece el informe, pues sirve para explicar punto por punto la relación perversa entre el desplazamiento forzoso y la forma en que las condiciones de éste repercuten negativamente, de forma mucho más descarnada si cabe, en las personas LGBT+. Señala, por ejemplo, que “la criminalización facilita que las fuerzas de seguridad del Estado y otros funcionarios gubernamentales cometan abusos, incluidos graves atentados contra la vida privada, como redadas ilegales en domicilios privados y técnicas para tender trampas en el mundo digital”. Los casos a este respecto son conocidos en el ámbito internacional, destacadamente en países con penas graves para la diversidad de orientación sexual e identidades de género.

Otro de los elementos importantes es que “la represión no se limita a los contextos caracterizados por la criminalización. En todo el mundo se ha utilizado a las personas LGBT+ como chivos expiatorios tras períodos de inestabilidad política y crisis […] todo ello para desviar la atención de un fracaso más amplio del Estado”. Esto se ha traducido sistemáticamente en la promulgación de leyes discriminatorias, en la emisión de regulaciones administrativas limitando o impidiendo el trabajo desde el espacio de sociedad civil, entre otras estrategias restrictivas de los derechos. No es menor decir que estas acciones son las más laxas, hay otras excesivas que atentan no sólo contra los derechos de las personas LGBT+, sino contra su vida. No hay sólo estrategias de persecución política, también de discriminación, violencia deliberada y otro tipo de transgresiones al sentido más elemental de humanidad que redundan en expulsiones forzosas de las personas de sus lugares de origen y/o residencia, exponiéndolos al exilio, pero también a las vicisitudes vinculadas al acceso a sus derechos en otros territorios. Se trata de un entorno de intersección en el que se añaden vulnerabilidades a los colectivos y las poblaciones históricamente tratados de forma injusta, discriminados y violentados.

El informe concluye, entre otras consideraciones finales, con un énfasis que no debemos soslayar: “las organizaciones de la sociedad civil son actores fundamentales en la protección, el acceso a servicios clave y la promoción de los derechos de las personas LGBT+ desplazadas. Lamentablemente, su labor se ve menoscabada por las tendencias mundiales actuales de recortar la ayuda humanitaria y al desarrollo. En este contexto, la colaboración intersectorial entre las organizaciones no gubernamentales humanitarias internacionales y las organizaciones de defensa de los derechos de las personas LGBT+ seguirá siendo una fuente de apoyo esencial para las personas LGBT+ desplazadas”.

En un escenario internacional en el que el trabajo desde sociedad civil organizada y la defensa y promoción de los derechos humanos sigue siendo demeritado, disminuido y atacado, no es menor insistir en que, cuando pedimos respeto a nuestros derechos como personas LGBTQI+, no queremos “privilegios”, lo que exigimos, cada día, de cada mes, pero colectivamente en junio, es la misma base de la que parten todas las demás personas. La vida no puede ser una para la mayoría y otra, limitada, para quienes nos identificamos como personas LGBT+. En 2025, decir esto debería ser innecesario. No lo es, lamentablemente.

* Jaime Hernández Colorado (@jhcolorado) es director de Nosotrxs.

Publicación original: https://www.animalpolitico.com/analisis/organizaciones/nuestras-voces/mes-orgullo-no-exigimos-privilegios

02 A propósito del Día Internacional del Medio Ambiente

A propósito del Día Internacional del Medio Ambiente

Reconocer que el medio ambiente es un derecho —y no un accesorio ni una mercancía— implica transformar desde la raíz el modelo de desarrollo que hoy lo amenaza, y abrirnos a otras formas de vida: más lentas, más comunitarias, más justas.

Por Pablo Andrade

Cada 5 de junio vuelve a colocarse sobre la mesa una verdad que hemos postergado por demasiado tiempo: no hay futuro sin medio ambiente. Pero también es cierto que el futuro no puede seguir pensándose desde los términos en que lo hemos venido construyendo. Es decir: no basta con proteger al planeta si al mismo tiempo no cuestionamos la idea de desarrollo que nos ha traído hasta el borde del colapso.

Durante décadas nos dijeron que el progreso equivalía a más infraestructura, más inversión, más turismo. Que la naturaleza debía “ponerse a trabajar”, “generar riqueza”, convertirse en un recurso útil. Nos acostumbramos a ver bosques como “potencial maderable”, ríos como “oportunidades hidroeléctricas” y playas como “activos turísticos”. Y así, bajo la promesa de atraer dinero y visitantes hemos permitido que se destruyan manglares, selvas, humedales y comunidades enteras.

Basta con mirar lo que ha ocurrido en diversas zonas de nuestro país que fueron devastadas en nombre del progreso y el desarrollo turístico. Bajo nombres que suenan a paraíso y promesas de sustentabilidad, se han levantado complejos inmobiliarios que no solo destruyen el equilibrio ambiental, sino que expulsan a quienes habitaron esos territorios mucho antes de que fueran convertidos en marca. El despojo —aunque se maquille con conceptos como “ecoturismo” o “desarrollo verde”— sigue siendo despojo.

La raíz del problema no es sólo ecológica, sino civilizatoria. Porque el modelo que ha puesto a competir a la humanidad contra la naturaleza es el mismo que nos ha puesto a competir entre nosotros. Se nos ha dicho que el bienestar es una carrera individual, que uno se “salva” solo si trabaja más, consume más, acumula más. Pero frente al desastre ambiental, esta lógica se vuelve insostenible. No hay salida individual posible de una crisis planetaria. Lo que está en juego no es el éxito personal, sino la posibilidad de vivir en común.

No estamos solos. Contrario a lo que repite el discurso neoliberal —esa narrativa que insiste en que somos autosuficientes, que todo lo que tenemos lo conseguimos solos, que la felicidad se alcanza acumulando logros individuales— no somos islas. No lo hemos sido nunca. Lo que una persona consume, lo que una empresa decide, lo que un gobierno aprueba, impacta en el entorno de todas y todos. El agua que bebemos viene de cuencas compartidas. El aire que respiramos no reconoce fronteras. La temperatura que sentimos depende de decisiones que a veces se toman en otros continentes, pero cuyos efectos se sienten en cada pueblo, en cada barrio, en cada cuerpo.

Esta interdependencia no es una debilidad, como suele presentarse desde la lógica del “sálvate tú solo”. Es, por el contrario, una posibilidad radical: la de reconstruir lo común. Recuperar la idea de comunidad como espacio político, ético y ecológico. Entender que cuidar el medio ambiente no es un acto individual de virtud, sino un proceso colectivo de resistencia, de justicia, de vida compartida.

Reconocer que el medio ambiente es un derecho —y no un accesorio ni una mercancía— implica más que políticas verdes o gestos simbólicos. Implica transformar desde la raíz el modelo de desarrollo que hoy lo amenaza. Significa abrirnos a otras formas de vida: más lentas, más comunitarias, más justas. Significa también asumir que no todo se arregla con buenas intenciones: necesitamos leyes robustas, presupuestos públicos suficientes y una vigilancia social activa.

Todavía estamos a tiempo. Pero no podemos seguir actuando como si lo estuviéramos siempre.

* Pablo Andrade (@PabloAnd89) es coordinador de la Causa de Construcción de Paz en Nosotrxs.

Publicación original: https://www.animalpolitico.com/analisis/organizaciones/nosotrxs-en-los-estados/a-proposito-dia-internacional-medio-ambiente

01 Naturaleza de vuelta

Naturaleza de vuelta

Por María José Villanueva

El Día Mundial del Medio Ambiente, celebrado cada 5 de junio, nos invita a reflexionar sobre el estado de nuestro planeta y la necesidad urgente de tomar acciones concretas para su conservación. En México, esta fecha tiene especial relevancia, ya que nuestro país enfrenta desafíos ambientales que amenazan su biodiversidad y la calidad de vida de millones de personas.

México es uno de los países con mayor biodiversidad del mundo, considerado uno de los cinco megadiversos. Sin embargo, esta riqueza natural está bajo constante presión por actividades como la deforestación, el cambio de uso de suelo, la contaminación del agua y del aire, y la explotación insostenible de recursos.

El cambio climático ya impacta en nuestro país: sequías prolongadas en el norte, inundaciones en el centro y sur, así como fenómenos meteorológicos extremos que afectan a comunidades vulnerables.

La contaminación del agua, agravada por infraestructura deficiente y mala gestión de residuos, pone en riesgo la salud pública y deteriora ecosistemas esenciales para la vida. La pérdida de recursos naturales y el aumento en eventos climáticos extremos exigen respuestas inmediatas y coordinadas.

Este día es un llamado a actuar con urgencia. La naturaleza envía mensajes claros, y si no respondemos, las consecuencias serán irreversibles. La desinformación, el negacionismo y la falta de voluntad política obstaculizan avances en la lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

Es imprescindible la implementación de políticas públicas ambiciosas, la inversión en infraestructura verde y la participación activa de la ciudadanía en las decisiones ambientales para construir un futuro sostenible y justo.

Las juventudes mexicanas emergen como actores clave en esta misión. Con aproximadamente el 30% de la población entre 12 y 29 años, enfrentan un entorno climático adverso y fenómenos como la ecoansiedad, un estrés emocional derivado de la incertidumbre ambiental. Sin embargo, también tienen el poder de impulsar cambios profundos a través de su participación activa, el cambio de conductas y la exigencia de políticas públicas responsables que fomenten una cultura ecológica.

Los jóvenes pueden adoptar estilos de vida sostenibles: reducir el consumo de plásticos, reutilizar y reciclar, apoyar energías renovables, promover productos locales y cuidar su entorno. Aunque la noción del cuidado de la naturaleza ha crecido impulsada por movimientos sociales y plataformas digitales, aún falta mucho por hacer.

Es fundamental que participen no solo en campañas aisladas, sino que se conviertan en agentes de transformación social y política, promoviendo iniciativas de conservación y defendiendo su territorio de proyectos que amenacen la biodiversidad. La historia demuestra que las movilizaciones juveniles y la población informada pueden generar transformaciones significativas en la protección del planeta.

Este desafío es grande, pero no insuperable. Hacemos un llamado a las y los jóvenes mexicanos: sean conscientes del poder que tienen para transformar su entorno y participen activamente en la construcción de un futuro sostenible y respetuoso con la naturaleza. Cada acción y cada voz cuentan.

¡El momento de actuar es ahora! Este día nos recuerda que cuidar nuestro planeta no puede esperar. El bienestar de México y del mundo están en nuestras manos. Aprovechemos esta fecha para marcar la diferencia y traer la #NaturalezadeVuelta.

Directora de WWF México

Publicación original: https://oem.com.mx/elsoldemexico/analisis/naturaleza-de-vuelta-23892685