amlo zocal

Un día después y el México que viene

Mis últimas semanas las he dedicado a pensar y repensar lo que hoy escribo. Recurro a la excusa narrativa de una carta, sobada y vuelta a sobar, porque me permite una cercanía emocional que me parece necesaria, que me dará licencias en donde las necesito.

Por José Merino

Publicado originalmente en Nexos

Andrés Manuel,

Mis últimas semanas las he dedicado a pensar y repensar lo que hoy escribo. Recurro a la excusa narrativa de una carta, sobada y vuelta a sobar, porque me permite una cercanía emocional que me parece necesaria, que me dará licencias en donde las necesito. Quiero contarte por qué ayer salí como millones a celebrar tu triunfo y por qué hoy encuentro urgente decirte cuál considero que debe ser el legado de tu presidencia. Como millones, ayer dejé en alguna plaza pública las ropas del eufórico simpatizante en campaña para amanecer hoy con las ropas de un ciudadano más cauto: expectante y vigilante de tu gobierno. Créeme, es un tránsito saludable.

Me pregunto a qué atribuyes tu triunfo, cómo entiendes tú este momento, y deseo que tu respuesta se refiera a más las circunstancias del país que a ti. No es que no importes, es que importas en virtud de lo que representas en un momento específico de México. Si lo ves así, se abren caminos para transformar y se cierran caminos para la soberbia. Conjugar en la primera persona del plural. Construir por fin los espacios democráticos en los que ciudadanos encuentren mecanismos de control y castigo; en los que puedan acompañar o abandonar. Dicho de otro modo, importas porque te toca ensamblar la democracia mexicana sostenible en el futuro.

Ilustración: Kathia Recio

Ganaste porque esta ha sido una democracia de despojos, una democracia en la que los ciudadanos no tienen mecanismos de control político o judicial para afectar su propia vida vía lo público. Cuesta entenderlo, ¿Por qué un régimen que permite la alternancia en el poder, que define quiénes ocupan el gobierno vía elecciones, no ha derivado en un sistema representativo, garante de derechos, y que rompa complicidades entre élites políticas y económicas? Creo que parte de la respuesta descansa en nuestra estabilidad, en el trayecto entre una autocracia institucionalizada, una transición pacífica y una reducción de la democracia a la construcción de autoridades electorales y procesos competidos; así garantizamos la sobrevivencia de mecanismos de gobernabilidad autocráticos. Hay una discontinuidad entre las elecciones y el ejercicio de gobierno, y ese hueco ha sido llenado por varias capas de complicidad entre élites. Ahí entran los acuerdos cupulares entre partidos, los procesos de decisión consensuales, la debilidad del sistema de pesos y contra pesos, las carencias en competencia económica, la ausencia de un sistema de medios independiente e informativo, y la impenetrable costra que han formado grandes empresarios y políticos que, sin importar las elecciones, nunca pierden.

Adivinas a dónde voy: los ciudadanos han sido los invitados de piedra de esa democracia. Nos convirtieron en cómplices de nuestro propio despojo. Ahí fuimos cada elección, movilizados por operadores políticos, acarreados en camiones, uniformados con una playerita y una gorra que durarán al menos más allá de la elección, estirando la mano para recibir ilegalmente una fracción del dinero que los gobiernos debieron gastar en nuestro bienestar, enterados de que entre ese voto y nuestro bienestar no hay vínculo alguno, y al mismo tiempo, temerosos de frenar ese ciclo.

Pasó que el último sexenio llevó el despojo demasiado lejos. Pasó que acumulamos 250 mil víctimas de homicidio y más de 37 mil desaparecidos. Pasó que no crecimos, pero sí se incrementaron deuda e inflación. Pasó que los únicos empleos disponibles anulan tus derechos laborales. Pasó que el salario promedio real es una tercera parte de lo que era en 1975 y el salario mínimo no alcanza para cubrir el consumo calórico mínimo. Pasó que acumulamos semana tras semana escándalos de corrupción que involucraron a 14 gobernadores, al gabinete federal y al propio presidente, de la Casa Blanca a Odebrecht, pasando por Duarte y la Estafa Maestra. Pasó que con contadísimas excepciones, esos escándalos quedaron en la total impunidad. Pasó que nos enteramos de todo esto gracias a medios independientes o actores de la sociedad civil dedicados a hacer el periodismo al que los medios tradicionales han renunciado. Pasó que atestiguamos el deterioro de autoridades de monitoreo y alerta, la Fepade, el INAI, el TEPJF o la ASF. Pasó que no hubo dedo que alcanzara para tapar las violaciones sistemáticas de derechos humanos, el uso excesivo de la fuerza pública y los crímenes de lesa humanidad. Pasó que todos vimos cómo cuerpos policíacos se llevaron a 43 estudiantes de quienes no volvimos a saber. Pasó que las autoridades no han logrado esclarecer el caso, llenaron de irregularidades la investigación, torturaron detenidos y se negaron a aceptar las conclusiones de un grupo internacional de investigadores. Pasó que la clase política partícipe del Pacto por México se comportó como si aquí no pasara nada. Pasó que Meade era demasiado PRI y Anaya poca oposición. Pasó que Anaya logró, como nadie antes, dividir a las élites y Meade se negó a reconciliarlas. Pasó que tu discurso de 18 años resonó apenas. Pasó que siendo tú casi el mismo, nosotros ya habíamos cambiado. Pasó que por eso nos encontramos. Pasó pues, que ganaste.

Pasa ahora que te toca romper con todo lo anterior. Pasa ahora que nos toca vigilar y exigir que lo hagas. No comparto las críticas que suelen hacerte, creo que usan “populismo” como una excusa para defender el statu quo, mantener privilegios y asustar a los desposeídos para mantenerlos justo donde están. Tampoco coincido en que seas un político de “talante autoritario”, no encuentro en tu ejercicio de gobierno nada que respalde esa conclusión. Mis inquietudes respecto a ti y tu gobierno son otras: centras con demasiada frecuencia las soluciones en ti. Me parece problemático no porque tema una regresión democrática, sino porque puede entorpecer su progresión: tu gobierno debe reconfigurar las instituciones de nuestra democracia. Te lo digo con toda honestidad, aunque comparto tu diagnóstico y tus señalamientos, no he logrado ver en ti con total claridad una vocación de construcción institucional, de armar futuros posibles y sostenibles, de abrir espacios legales para redistribuir el poder público de unos cuantos a todos, vamos, de dotar a los ciudadanos de mecanismos de incidencia y control. Si tu gobierno no deja ciudadanos autónomos y emancipados, no será un gobierno de cambio.

Consulta el artículo completo.

amlo 2018

Consummatum est

Escribo a sabiendas de que este artículo verá la luz en las primeras horas del Día Después y con plena conciencia de que hoy, 2 de julio, habrá comenzado a escribirse otra página de la atribulada, conflictiva e impredecible historia de México.

Por Mauricio Merino, coordinador general de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Mientras escribo, confío en que a pesar de todo no haya sorpresas que rompan los frágiles equilibrios que todavía sostienen a México y que aún ofrecen alguna esperanza de organizar nuestra vida en común sobre la base de los principios que exige la palabra democracia. Confío en que las malas artes que se desplegaron antes y durante la jornada de ayer hayan sucumbido ante una ola imparable de votos libresy quiero creer que las autoridades electorales han sido capaces —y lo serán en los próximos días— de procesar esa voluntad con diligencia. Necesito creer que la vida del país será mejor a partir de ahora.

Sin embargo, he vivido entre libros y datos que me interpelan y convivo entre personas que, de un lado, celebran como si ya hubiesen ocurrido todos los cambios que tendrían que ponerse en marcha para alumbrar una nueva época y otras que, con devoción semejante, anuncian el caos y se preparan para la resistencia. No me siento cómodo con ninguna de ellas y no consigo situarme en ninguna de esas conversaciones. No soy partidario del pesimismo pero no consigo derrotar el escepticismo. Me gustaría moderar a quienes celebran y persuadir a quienes lamentan la llegada de esta mañana, pero ni unos ni otros escuchan. Son tantos los agravios, tantas las violencias, tantos los desencantos y tantos los desencuentros que las razones han tenido que cederle su sitio a las emociones.

Sumo las mías: nada podrá cambiar de un día para otro y nada podrá mantenerse intacto. Hace mucho aprendimos, con De Tocqueville, que ni siquiera las revoluciones que modifican la distribución del poder por las armas consiguen quebrar las inercias que están arraigadas en la cultura de un pueblo. Los que tienen prisa tendrán que tener paciencia y los enfadados con los resultados de esta mañana, tolerancia. Les guste o no, tendrán que seguir conviviendo y tendrán que ponerse de acuerdo, porque más allá de sus preferencias hay límites que no habrán cambiado los votos: cada quien tendrá que jugar un rol institucional mientras la nueva clase política del país —no sólo el presidente de la República— toma los mandos y asume la responsabilidad que le ha sido asignada.

En los próximos días habrá mucha bruma y quizás humo. Habrá que despejar la primera para descubrir poco a poco quiénes tendrán la mayor responsabilidad en los poderes legislativos y quiénes en los gobiernos locales, y prepararse para apagar cualquier fuego, venga de donde venga. A partir de hoy, será más urgente que nunca privilegiar la mayor de las cuatro virtudes: la prudencia, que no pide renuncia ni retroceso, sino sabiduría práctica para hacer. Nadie podrá solo y nadie debe abandonar la batalla, porque nos esperan tiempos difíciles. Quizás mucho más difíciles que los anteriores.

Todas las piezas del tablero político se han movido. En cambio, permanecen las causas que han generado las mayores violencias, la desigualdad y la corrupción. He ahí los enemigos vigentes el día después de las elecciones que no se rendirán a los resultados. Contra esas plagas tendrían que volcarse todas las energías, más allá de la posición que cada uno ocupe y a sabiendas de que el Estado es la organización política superior de la sociedad. No de unos cuantos, sino de toda la sociedad. Consummatum est.

http://elmontonero.pe/columnas/la-oposicion-social

Nosotrxs como oposición

Gane quien gane la carrera presidencial que culmina el 1de julio; gane quien gane las mayorías en el Congreso de la Unión; gane quien gane las gubernaturas disputadas, los congresos locales, las alcaldías y cabildos, los ganadores deberán ser resistidos por una nueva oposición.

 

Publicado originalmente en El Sol de México

Los nuevos y viejos titulares de la autoridad no deberían ser dejados a una libertad de acción que pronto devendrá en arbitrariedad. No se trata de prejuicio alguno contra los partidos existentes, sino de la constatación documentada de que la mayoría de los intermediarios políticos gobernará, si se le permite hacerlo, conforme a inercias y compromisos que apuntan al interés particular, a la patrimonialización de los recursos públicos, a la reproducción sistémica de la corrupción y al abandono de sus obligaciones constitucionales.

Desde luego, algunas formas de oposición partidista se alzarán, a veces con buenas razones, contra las autoridades venideras. Pero no será suficiente ni continuo.

Los contrapesos deberán radicarse también, y acaso con mayor fuerza y legitimidad, en el esfuerzo crítico de la ciudadanía organizada sin las ataduras de los enjuagues partidistas y con la referencia sólo a valores de la vida pública.

No se necesita adivinar el futuro para entender que los vicios partidistas de ahora son la clave para prever las tendencias que seguirán tras las elecciones.

Ello hace de la construcción de una oposición razonada, pacífica y civilizada una tarea de aliento ético y una guía para el saneamiento democrático. El tramo recorrido por Nosotrxs tras un año de su fundación muestra que es posible una oposición no partidista (o no por el momento), genuinamente cívica, que sin aspavientos demagógicos pueda reclamar para la ciudadanía los derechos que le han sido escatimados y el fin de una corrupción que ha desviado hacia los poderes fácticos lo que ha debido utilizarse para el desarrollo, la seguridad, la reducción de la desigualdad y el cumplimiento de los derechos.

Nosotrxs ha nacido como un movimiento de oposición ciudadana a una situación nacional de, como ha dicho Mauricio Merino, “vulneración sistemática de derechos”. Su agenda de lanzamiento ha ido, entre otras rutas, de la exigencia de entrega de medicamentos en los servicios públicos de salud a la demanda de que se haga realidad la promesa incumplida del Sistema Nacional Anticorrupción; de la exigencia, de elemental decencia, de reconocer derechos laborales a las trabajadoras del hogar a la propuesta de un modelo de reconstrucción transparente y bien diseñado para las afectaciones del último terremoto, así como a la denuncia de las desviaciones de este propósito apenas aparecieron éstas.

Esta oposición asume la existencia de derechos constitucionales que son un logro normativo, pero a los que sus garantes formales han desatendido de forma sistemática. Esta oposición cívica, como una narrativa coral, tendrá que construirse con diversas voces y reposar en múltiples tareas; y deberá erigirse como una lucha civilizada por el rescate del Estado democrático, la eliminación de la corrupción y la realización de los derechos que ya registra la Constitución. Nosotrxs como oposición.

No se necesita adivinar el futuro para entender que los vicios partidistas de ahora son la clave para prever las tendencias que seguirán tras las elecciones. Ello hace de la construcción de una oposición razonada, pacífica y civilizada una tarea de aliento ético y una guía para el saneamiento democrático. El tramo recorrido por Nosotrxs, tras un año de su fundación, muestra que es posible una oposición no partidista (o no por el momento), genuinamente cívica, que sin aspavientos demagógicos pueda reclamar para la ciudadanía los derechos que le han sido escatimados.

elecciones

El antídoto contra el fraude

Aunque suene a lugar común, sigue siendo cierto que el antídoto más eficaz contra cualquier intento de fraude, pasado o futuro, es la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas.

Por Mauricio Merino, coordinador general de Nosotrxs

Publicado originalmente en El Universal

Salir a votar libre y masivamente, sin miedo y sin someterse a ninguna presión, es el contrapeso más contundente a quienes hayan intentado o quieran torcer los resultados electorales. Contra la participación ciudadana consciente y pacífica no hay nada que pueda oponerse.

Los tramposos profesionales saldrán a hacer su trabajo. De hecho lo están haciendo desde hace meses. Cuentan con medios tecnológicamente sofisticados para anticipar escenarios en todos los distritos electorales y con recursos sobrados para comprometer votos a cambio de favores o de amenazas. Tienen mapas más o menos precisos sobre el comportamiento posible de los ciudadanos en cada sección y pueden otear, con el respaldo de sus expertos en informática y de sus empleados de campo, los riesgos que eventualmente podrían enfrentar, las secciones que reclaman más atención y los liderazgos de los que pueden echar mano o echar abajo. Si de algo saben las estructuras profesionales de los partidos políticos y si en algo han acumulado experiencia, es sobre ese conjunto de técnicas para medir resultados y tratar de modificarlos.

Con frecuencia, sin embargo, se neutralizan entre ellos. Uno de los efectos de las coaliciones es que potencian la capacidad de las estructuras profesionales de los partidos para llegar prácticamente a todo el país. Las tres coaliciones que compiten por la presidencia de la República tendrán representantes en casi todas las casillas electorales: verdaderos ejércitos de militantes y mercenarios que vigilarán más de 156 mil sitios donde se depositarán los votos el domingo siguiente, además de quienes ya están recorriendo los barrios, los pueblos y las comunidades para afirmar simpatías o desalentarlas, de conformidad con los datos que van recogiendo sus aparatos profesionales.

Es imposible saber cuántas personas estarán involucradas en esa movilización que se multiplicará durante esta semana, pero podría especularse que la cifra rondaría los dos millones de seres humanos, pagados o convencidos, que desde hoy se lanzarán a las calles para defender los intereses de sus partidos. Sin embargo, que lo hagan no significa que también votarán por ellos: cobrar por hacer un trabajo no equivale a estar persuadidos de sus bondades. Y, de hecho, no es raro que los operadores electorales prefieran votar en contra de sus banderías.

Con todo, será una semana difícil, pues a la movilización de los aparatos profesionales habrá que sumar la presión de los grupos que, al margen de los partidos, quieren hacer propios o quieren seguir dominando puestos y/o territorios. Y como ya es evidente, no todos lo hacen por vías lícitas ni pacíficas. Entre los más violentos, quienes vean amenazado el control de los espacios que ostentan como patrimonio privado, probablemente buscarán tirar la elección. Y quienes están habituados a contar con la obediencia de los electores en secciones ya controladas por medios públicos seguramente querrán cobrar los favores. A todos ellos los veremos actuar a diestra y siniestra en los próximos días y, en particular, entre el 27 de junio y el 1 de julio.

Pero ninguno puede controlar todo. Ninguno tiene medios para frenar la respuesta masiva de la gran mayoría de los mexicanos. Ninguno es tan poderoso como para inhibir el paso de la conciencia a la acción. Precisamente porque será la elección más grande que se haya registrado en toda la historia es que debemos prepararnos para imponerles a los violentos y a los tramposos el antídoto de la votación libre y masiva. Llueve, truene o relampaguee, hay que salir a votar el domingo siguiente y hay que votar como se nos pegue la gana. Que nadie se quede en casa.

tvscreen

Organizaciones colaboran con preguntas para el tercer debate CDMX

Organizaciones de la sociedad civil participaron en la elaboración de las preguntas detonadoras que tendrán que responder los siete candidatos al Gobierno capitalino en el último debate organizado por el Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM).

Publicado originalmente en El Economista
El próximo 20 de junio a las 19:30 horas, en las instalaciones de Canal Once, se llevará a cabo el último encuentro antes del 1 de julio, donde se discutirá dos temas: Gobierno y Transparencia y Rendición de Cuentas, los moderadores podrá realizar diversas preguntas a cada uno de los participantes, previamente formuladas por Artículo 19, Borde Político, Ruta Cívica y Nosotrxs.

Además por lo menos 200 comercios y un total de 544 pantallas ubicadas en 66 estaciones de la red del Sistema de Transporte Colectivo-Metro, se sumarán a la transmisión, en tiempo real, del tercer debate con el propósito de promover entre la ciudadanía un voto razonado.

Lo anterior luego de la firma de convenios de colaboración entre el árbitro de la contienda capitalina, ISA TV y la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (CANIRAC) local.

En conferencia de prensa, la consejera electoral Gabriela Williams Salazar, y el presidente de CANIRAC Ciudad de México, Marco Antonio Buendía, destacaron la importancia de que comercios afiliados a dicha Cámara apoyen en la difusión del encuentro, a efecto de ampliar la cobertura de las propuestas y planteamientos que harán las y los aspirantes.

También se dio a conocer que el tercer evento será moderado por la y el periodista Elisa Alanís y Juan Manuel Jiménez, cuya participación fue acordada previamente por las representaciones de partidos y candidatura sin partido.

Cabe mencionar que en este tercer debate, está prevista una duración de una hora y 45 minutos, donde cada candidata y candidato tendrá un tiempo estimado de intervención de 5 minutos por cada tema, más un minuto de mensaje final.

Asimismo para dar respuesta a los cuestionamientos formulados para cada tema, los candidatos tendrá hasta un minuto, y posteriormente se les concederá de manera individual 5 minutos, con un máximo de un minuto y medio de intervención continua, para ofrecer posicionamiento y réplica a mano alzada.

Participará la candidata de la coalición Por la Ciudad de México al Frente, Alejandra Barrales; Juntos Haremos Historia, Claudia Sheinbaum; Partido Revolucionario Institucional, Mikel Arriola.

Además del Partido Verde Ecologista de México, Mariana Boy; Partido Nueva Alianza, Purificación Carpinteyro; Partido Humanista, Marco Rascón y la candidata Independiente Lorena Osornio.

Nosotrxs_jun-julio-02

Otra clase política… ¿Otra?

En menos de quince días elegiremos a las personas que encarnarán a la nueva clase política del país.

Por Mauricio Merino, coordinador general de Nosotrxs.

Publicado originalmente en El Universal.

No sólo decidiremos quién ganará la Presidencia de la República, sino quiénes ocuparán 18,298 cargos públicos en 30 entidades federativas. El solo enunciado de esa cifra mayúscula corta la respiración. Cerca de dos decenas de miles de individuos que asumirán la responsabilidad de tomar las decisiones políticas más importantes de México, en casi todo el territorio de la nación.

Vale la pena recordar este dato no sólo porque la competencia descarnada por esos cargos podría entorpecer la jornada electoral del 1 de julio, sino porque sabemos muy poco de esta nueva (o vieja) camada de políticos que tomará las riendas de miles de puestos que nos afectarán por los próximos tres o seis años.

Distraídos por la contienda más importante, hemos pasado por alto que, además de la renovación total del Congreso de la Unión, elegiremos a las personas titulares de nueve gubernaturas —incluyendo la jefatura del gobierno de la CDMX, que hará cumplir una nueva Constitución— de 972 diputaciones locales, de 1,596 presidencias municipales y de las nuevas alcaldías de la capital, a quienes se añadirán 1,237 concejales, 1,664 sindicaturas y 12,913 regidores, además de otros cargos electos por usos y costumbres. Esto significa, repito, que habrá una nueva composición de la clase política del país y, en consecuencia, nuevos arreglos y nuevos contrapesos en el ejercicio de los poderes públicos.

Nadie sabe a ciencia cierta qué tendremos el 2 de julio. No hay datos completos que nos permitan saber quiénes son y de dónde vienen las personas que ocuparán esos miles de puestos públicos. Tenemos atisbos, retazos de información, trascendidos, pero no certidumbre sobre sus trayectorias ni, mucho menos, sobre sus méritos o sobre las condiciones que tuvieron que cumplir para convertirse en candidatos a las posiciones que están en disputa.

No tenemos certeza sobre el pasado de la mayoría de los candidatos, sobre sus aportaciones o sobre sus credenciales políticas. Y tampoco la tenemos sobre el futuro que nos ofrecen: hay ideas sueltas, programas fragmentarios, negociaciones entre partidos que solamente comparten la ambición de ganar pero que no tienen la más mínima identidad ideológica. Nadie puede contar cuántos llegaron a las boletas como producto de negociaciones inconfesables, ni hay medios para distinguirlos con claridad meridiana de quienes realmente han de responder a la voluntad popular.

Los datos que hasta ahora se han publicado nos confirman, en cambio, el desdén con el que han venido evolucionando la mayoría de esas candidaturas. Nadie tiene una base completa —o nadie que la tenga la ha publicado— sobre la historia personal de esa nueva (o vieja) clase política que llegará a gobernar en todos los rincones de México. Ni siquiera el INE ha conseguido reunir las hojas de vida completas de quienes aspiran a ser diputados federales o senadores: 85 de cada 100 se han negado a ofrecer las piezas de información que el órgano electoral nacional ha solicitado para ponerlas al servicio de los ciudadanos. Y el Inai, por su parte, decidió aplazar la valoración sobre el cumplimiento de las obligaciones de transparencia de los partidos hasta después de las elecciones.

Conocemos hasta el último de los detalles de los candidatos a la presidencia de la República, pero ignoramos casi todo sobre los 18,298 personas que muy pronto llenarán las nóminas de los órganos políticos principales de México. Vamos caminando de espaldas hacia el futuro. Y ese futuro ya está esperándonos, al doblar la próxima esquina.

photo-1484069560501-87d72b0c3669

La tragedia de la desconfianza

La ruptura de la confianza se está volviendo uno de los mayores desafíos para la sobrevivencia de México.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs

Publicado originalmente en El UNIVERSAL

No hay institución pública que pase limpia por la prueba de la confianza. He aquí el mayor daño que se ha causado luego de una larga secuencia de gobiernos incapaces de resolver los problemas públicos del país. Nadie confía en nadie y nadie puede asegurar con certeza que al afrontar un problema común o emprender un nuevo proyecto no habrá traiciones, abusos, corrupción o violencia.

A los sociólogos les gusta nombrar esa falta de confianza con el eufemismo del tejido social roto. Funciona como metáfora: como una red de lazos afectivos entretejidos a lo largo del tiempo, cuyos hilos están hechos de promesas cumplidas, de compromisos honrados y de actos de solidaridad y de apoyo mutuo entre muchas personas. En la medida en que esos hilos se multiplican, el tejido se fortalece. Pero cuando alguien rompe uno de sus nudos para sacar un provecho propio y alguien más sigue su ejemplo y al final muchos repiten el despropósito sin castigo, el tejido corre el riesgo de desgarrarse completo.

Otros utilizan figuras distintas. La más afortunada remite a la acumulación de apoyos recíprocos que constituyen un capital: el capital social, como le nombró Robert Putnam. En esa otra metáfora lo fundamental es el intercambio de confianza y reciprocidad que se manifiesta en asuntos concretos. Por eso es un capital que no se cifra en dinero, pero que en determinadas circunstancias puede sustituirlo con creces. Cuando alguien cuida a los hijos de otros, cuando atiende sus convalecencias, cuando se hace cargo del cuidado de sus pertenencias, cuando le presta un coche para atender un asunto, cuando le resguarda papeles que son importantes o le ofrece su tiempo para realizar algún trámite, etcétera, ese alguien está generando capital social que se acrecienta y se consolida, en tanto que fluye de manera recíproca. Su otro nombre es más antiguo y más bello: se llama fraternidad.

Las instituciones públicas que regulan la convivencia se ocupan de los opuestos. Existen para promover esas redes pero, sobre todo, para evitar que se rasguen o que produzcan daños irreparables. Según la teoría que se adopte, los hombres pueden ser los lobos del hombre o buenos salvajes que necesitan ser protegidos o seres racionales que han entendido que necesitan de una organización superior para ponerse de acuerdo y pactar una relación de confianza garantizada por el poder concedido a terceros. En todo caso, lo que tienen en común esas explicaciones primigenias sobre el Estado es la seguridad y la creación de las condiciones indispensables para contener y castigar a quienes pretenden quebrantar los lazos basados en la confianza. En su versión mínima, el Estado actúa como los bomberos: su misión es apagar los fuegos que encienden quienes abusan de la confianza social.

¿Pero qué sucede cuando es el Estado mismo, encarnado en sus gobernantes y en buena parte de su clase política, quien abusa de la confianza? ¿Cómo se afronta una situación personal de ruptura de compromisos y abusos, con instituciones que en vez de poner las cosas en orden, sacarán provecho para sus intereses? ¿Y qué hacemos si ese mismo ejemplo de falta de solidaridad se extiende como pólvora entre la mayor parte de la sociedad? Si nadie confía en nadie y nadie confía tampoco en el arbitraje de las instituciones que nacieron para evitar el conflicto, porque ellas mismas han sido capturadas por grupos de poder diseñados para dominar a los otros, el único horizonte posible es, como decía Hobbes, la guerra de todos contra todos.

Estamos sumidos en la tragedia de la desconfianza que ha minado las instituciones y ha hecho pedazos el tejido social y más vale que lo asumamos: pasamos de la democracia a la selva.

780cc814-7e00-4197-b99b-e20be91aee77

Discurso #AsambleaNosotrxs por Mauricio Merino

Muchas gracias por estar con Nosotrxs, esta mañana y a lo largo de este año.

26 de mayo del 2018.

Gracias a Luis Fernando y a los colaboradores más cercanos de este movimiento, por todo el esfuerzo desplegado. Gracias al espléndido grupo de trabajo que nos ha acompañado desde el origen. Gracias a los colegas de la Comisión Ejecutiva,  a nuestros representantes estatales, a los fundadores y a quienes se han venido sumando poco a poco. Gracias a quienes han encabezado y encarnado las causas de Nosotrxs. Gracias a todos ustedes, a los que están aquí y a quienes nos siguen desde sus entidades. Gracias a los medios de comunicación que nos han acompañado, literalmente, todos los días.

I.

Les ruego que me permitan aprovechar estos minutos para decirles por qué Nosotrxs es un movimiento –no solo una organización– y por qué está llamado a ser de oposición. Un movimiento social de oposición.

Un movimiento que nació para convocar a una revolución de conciencias, en busca de la defensa colectiva de nuestros derechos.

Un movimiento que quiere hacer pedagogía política y que aspira a dignificar la democracia desde la raíz: desde la concepción misma que le hemos dado a esa palabra.

Somos un movimiento social, porque tenemos un ideal, un ideario y una identidad.

Para Nosotrxs, la igualdad y la honestidad son inseparables: no hay igualdad donde hay corrupción, ni honestidad donde unos cuantos someten a todos los demás. Queremos un país igualitario, por honesto; y honesto, por igualitario.

Creemos que ese ideal de igualdad y honestidad es imposible de alcanzar si no lo perseguimos colectiva y puntualmente, oponiéndonos con valentía y tenacidad a la vulneración sistemática de nuestros derechos.

Creemos que los abusos obedecen a la captura de los puestos y los presupuestos por intermediarios políticos que se han venido apropiando, cada vez más, de las instituciones públicas, para su propio beneficio.

Creemos que nuestra mejor herramienta para crear conciencia y enfrentar  esas conductas que nos dañan, es la recuperación de la política, de la democracia y de los derechos que nos han sido secuestrados.

Creemos que no habrá un mejor gobierno, mientras la sociedad no se haga cargo de vigilar y acotar a los intermediarios.

Creemos que estas ideas deben multiplicarse por todo el territorio nacional y que la democracia no se consolidará, mientras siga confundiéndose con el reparto del poder.

Creemos sinceramente que Nosotros, todos, somos el poder, el Estado y la democracia.

Somos un movimiento social de oposición. Lo somos, porque no aceptamos que se nos impongan decisiones contrarias a nuestros derechos.

Porque no aceptamos que la corrupción siga siendo el combustible del sistema. No aceptamos que el Estado sirva para eternizar los privilegios y las castas.

No aceptamos que la democracia siga interpretándose como democracia de turnos, de quítate tú para que me ponga yo.

Porque no aceptamos que nadie, absolutamente nadie, se arrogue facultades para pisotear a los demás, en nombre de sus ambiciones, del poder o del dinero.

Por estas razones, simples y directas, gane quien gane en las elecciones del 2018, Nosotrxs seguirá siendo un movimiento social de oposición.

II.

Me hago cargo de que la frase: “vulneración sistemática de los derechos” amerita una explicación. Una explicación y un llamado a comprenderla, porque creo que en esa idea se sintetiza la filosofía y la convocatoria de nuestro movimiento.

Cuando alguien acude a un centro de salud o a un hospital público y obtiene una receta, no está pidiendo favores sino haciendo uso de un derecho constitucional que, a su vez, está pagado con dinero público: nuestro dinero.

Si a esa persona se le niega el acceso a los medicamentos, todos somos víctimas y todos tendríamos que cobrar conciencia de que lo mismo le pasará a quien siga en la fila y que esa cadena no se romperá, sino hasta que todos actuemos contra esa injusticia.

Cuando alguien es víctima de un delito, acude a denunciarlo y no pasa absolutamente nada, no es esa única persona la agraviada: somos todos. Y sucede que millones de personas han de conformarse con la negligencia o la corrupción de las ventanillas de atención del ministerio público porque, en efecto, en la gran mayoría de los casos no sucede nada.

Sigo: cuando vemos que casi dos millones y medio de personas –la gran mayoría mujeres—son maltratadas en sus derechos laborales y en su dignidad porque eligieron ser trabajadoras del hogar (por decisión o porque no tuvieron otra opción), y miramos a otro lado, contribuimos a que esa situación inaceptable se mantenga intacta.

¿Cuándo nos daremos cuenta de que esa forma de esclavismo es la misma que sufre la mayor parte de la población, de manos de quienes tienen las sartenes por el mango? ¿Cuándo entenderemos que pelear por ellas es, también, pelear por nuestra propia dignidad? ¿Cuándo asumiremos que sometiéndolas, nos sometemos a nosotros mismos?

Nos dolemos de la corrupción. Nos quejamos de los abusos que cometen los dueños del poder económico político y de la opacidad de gobiernos y partidos. Pero lo hacemos como si fuera cosa ajena, como si no fuera nuestro dinero. Y dejándolo pasar no hacemos sino convalidar la corrupción.

¿Qué ha pasado con la reconstrucción? ¿Por qué nadie acaba de darnos cuenta exacta de la forma en que las autoridades están afrontando la tragedia que derivó de los sismos de septiembre? Sabemos que una buena parte del dinero que debió emplearse para ayudar a los damnificados se ha gastado en otra cosa. Y sabemos que las instituciones encargadas de evitar que eso suceda no han cumplido su misión.

¿Quién puede asegurar a ciencia cierta que, cuando venga el siguiente terremoto –que vendrá, seguro– no le pasará nada? ¿Por qué no abrazamos  a los damnificados de septiembre, por qué no nos involucramos en la forma en que los gobiernos están malgastando los dineros, por qué no nos unimos para evitar que las instituciones encargadas de combatir la corrupción acaben capturadas? ¿Hay que esperar acaso hasta que, literalmente, se nos caiga el techo encima?

III.

Cuando decimos que las causas de nosotros son, efectivamente, de nosotros, de todos nosotros en sentido literal, no estamos haciendo un juego de palabras. Millones de mexicanos estamos sometidos a esos agravios, millones padecemos por las mismas causas y, sin embargo, tratamos de enfrentarlas individualmente. O soñamos, acaso, en que los próximos gobiernos ahora sí nos salvarán; ahora sí serán buenos; ahora sí cumplirán con su deber. No es cierto. Y no lo es, porque la lógica de lo que estoy diciendo no es excepcional, es sistemática. No es cosa de unos cuantos, ni mucho menos de uno solo; es el corazón del régimen en el que vivimos.

Es verdad que hay batallas exitosas, pero aisladas; algunas organizaciones sociales y medios de comunicación que denuncian y en ocasiones ganamos las partidas. Pero no hemos logrado hacer conciencia sobre la importancia de exigir juntos el respeto de nuestros derechos.

¿Recuerdan el poema de Martín Niemöller? Vale la pena citarlo completo:

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

“Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.

“Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista

“Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.

“Luego vinieron por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada”.

¿Cuántos de nosotros somos trabajadoras domésticas? ¿Cuántos, damnificados? ¿Cuántos nos hemos quedado sin medicamentos? ¿Cuántos hemos hecho denuncias al ministerio público? ¿Cuántos hemos guardado silencio ante la opacidad y la corrupción de los partidos y ante la captura de las instituciones? ¿Qué estamos esperando para actuar juntos? ¿Que ya no quede nadie para decir nada?

Nosotrxs peleamos por la libertad. Pero no en abstracto, no peleamos por una libertad escrita en un papel, que nadie cumple y en la que nadie cree. No peleamos por una libertad que acaba destruida y sometida al poder o al dinero. No aceptamos que unos sean más libres que otros. No aceptamos una libertad prostituida. Nuestra concepción de libertad es diferente: es la libertad que se construye colectivamente, a conciencia y con las leyes en la mano. No aceptamos que mi libertad se agote donde comienza la tuya y mucho menos, cuando esa libertad se compra. Mi libertad comienza, en realidad, donde se une a la tuya. Y es mucho más libre, la tuya y la mía, cuando van juntas y se respaldan mutuamente.

Este es el ideal de nuestro movimiento. Por eso convocamos a la revolución de conciencias. Porque hemos comprendido que mientras sigamos tolerando que nos achiquen y no aprendamos a defendernos juntos, seguiremos convalidando un régimen caduco y seguiremos siendo víctimas y victimarios de nosotros mismos.

Ayúdennos, ayudémonos. Sumemos voces y voluntades para defendernos unos a otros, para que dejen de atropellarnos y para que dejemos, nosotros mismos, individualmente, de repetir el sistema egocéntrico que pavimenta y multiplica los agravios. Identifiquemos las causas que nos están haciendo daño, afirmemos nuestros derechos, formemos colectivos para hacer valer nuestra voz unida y vayamos, causa tras causa, colectivo por colectivo, a la revolución de conciencias que tanto necesita México. Todos tenemos tarea y nadie debe quedarse fuera.

Porque creemos en lo que decimos y porque nos falta un largo trayecto para modificar las circunstancias decadentes e injustas de México, aquí estamos y estamos en lo dicho.

Ni tú, ni yo, ni ellos. Nosotrxs.

Muchas gracias y muchas felicidades.

WhatsApp Image 2018-05-26 at 16.05.23

Nosotrxs, la oposición

El sábado pasado celebramos, en una asamblea nacional, el primer aniversario de Nosotrxs. Un movimiento social que nació para convocar a una revolución de conciencias, en busca de la defensa colectiva de nuestros derechos.

Por Mauricio Merino, coordinador nacional de Nosotrxs.

Publicado originalmente en El Universal

Somos un movimiento social, porque tenemos un ideal, un ideario y una identidad.

Para Nosotrxs, la igualdad y la honestidad son inseparables: no hay igualdad donde hay corrupción ni honestidad donde unos cuantos someten a los demás. Creemos que ese ideal de igualdad y honestidad es imposible de alcanzar si no lo perseguimos colectiva y puntualmente, causa por causa, oponiéndonos a la vulneración sistemática de nuestros derechos.

Abundan los ejemplos: cuando alguien acude a un centro de salud o a un hospital público no está pidiendo favores, sino haciendo uso de un derecho. Si a esa persona se le niega el acceso a los medicamentos, todos somos víctimas y todos tendríamos que cobrar conciencia de que lo mismo le pasará a quien siga en la fila, hasta que todos actuemos contra esa injusticia.

Cuando vemos que casi dos millones y medio de personas —la gran mayoría mujeres— son maltratadas en sus derechos laborales porque eligieron ser trabajadoras del hogar y miramos hacia otro lado, contribuimos a que esa situación inaceptable se mantenga intacta. ¿Cuándo entenderemos que pelear por ellas es, también, pelear por nuestra dignidad? ¿Cuándo asumiremos que sometiéndolas nos sometemos a nosotros mismos?

Nos dolemos de la corrupción. Nos quejamos de los abusos que cometen los dueños del poder económico y político y de la opacidad de gobiernos y de partidos. Pero lo hacemos como si fuera cosa ajena, como si no fuera nuestro dinero. Y dejándolo pasar no hacemos sino convalidar esa corrupción.

¿Quién puede asegurar a ciencia cierta que cuando venga el siguiente terremoto —que vendrá, seguro— no le pasará nada? ¿Por qué no abrazamos a los damnificados de septiembre, por qué no nos involucramos en la forma en que los gobiernos están malgastando el dinero? ¿Hay que esperar acaso hasta que, literalmente, se nos caiga el techo encima?

Millones de mexicanos estamos sometidos a esos agravios, millones padecemos por las mismas causas y, sin embargo, tratamos de enfrentarlas individualmente. O soñamos, acaso, en que los próximos gobiernos ahora sí serán buenos, ahora sí cumplirán con su cometido. No es cierto. Y no lo es porque la lógica de esos agravios es sistemática. No es cosa de unos cuantos ni mucho menos de uno solo; es el corazón del régimen en el que estamos viviendo.

Nosotrxs pelea por la libertad. Pero no en abstracto, no peleamos por una libertad escrita en papel que nadie cumple y en la que nadie cree. No peleamos por una libertad que acaba destruida y sometida al poder o al dinero. No aceptamos que unos sean más libres que otros. No aceptamos una libertad prostituida. Nuestra concepción de libertad es diferente: es la libertad que se construye colectivamente, a conciencia y con las leyes en la mano. No aceptamos que mi libertad se agote donde comienza la tuya. Mi libertad comienza, en realidad, donde se une a la tuya.

Este es el ideal de Nosotrxs. Porque hemos comprendido que mientras sigamos tolerando que nos achiquen, seguiremos convalidando un régimen caduco y seguiremos siendo víctimas y victimarios de nosotros mismos.

Ayudémonos. Sumemos voces y voluntades para defendernos unos a otros, para que dejen de atropellarnos y para que dejemos de repetir individualmente el sistema egocéntrico que pavimenta y multiplica nuestros agravios. Identifiquemos las causas que nos están dañando, afirmemos nuestros derechos, formemos colectivos para hacer valer nuestra voz y vayamos a la revolución de conciencias que tanto necesitamos.

Por estas razones, gane quien gane en las elecciones del 2018, Nosotrxs seguirá siendo un movimiento social de oposición.